jueves, 18 de diciembre de 2008

La Generación M


Cuando veo en las noticias a esos pibes de 12, 14 o 16 años que salen a robar y –en el peor de los casos-, a matar, siempre me hago la misma pregunta:

¿Quién gobernaba el país cuando esos pibes nacieron?

La respuesta a esa pregunta, invariablemente, es siempre la misma.

Ustedes saben a quién me refiero.

Y no es casualidad.

Porque las cosas no ocurren por casualidad: uno cosecha lo que siembra. Y lo que se sembró durante el emirato corrupto lo estamos cosechando ahora, en cómodas cuotas.

Es simple: el daño que ese gobierno nefasto le hizo al país es tan grande, que será muy difícil repararlo, aún en muchas décadas.

Esos pibes son parte de lo que yo llamo la Generación M.

Es la generación de los pibes chorros, los cachorros del subdesarrollo que salen a robar y a matar.

Pero es también la generación de los pibes que les prenden fuego al pelo de las maestras, la de los pibes que les ponen un condón en la cabeza a las profesoras y lo filman todo con un telefonito.

Son los pibes de la subeducación.

Es la generación de los pibes que no pueden articular cinco palabras coherentes, la generación de los idiotas culturales, la generación de la subalimentación, el paco y la mediocridad.

Esa es la Generación M.

Un informe emitido por TN demostró que los niños que se alimentaron mal durante la crisis de 2001/2002 tienen ahora dificultades de aprendizaje o bajo desempeño en la escuela.

Comer mal te impide pensar.

Ya en 1999, la Unicef había hecho un estudio con chicos pobres del conurbano bonaerense y el Gran Rosario. Los resultados fueron aterradores: el 40% de esos niños padecía una suerte de retraso mental, leve en muchos casos, pero retraso mental y madurativo al fin. Las causas no eran otras que la mala alimentación y la falta de estímulos cognitivos adecuados.

Que haya gente que no piensa es muy conveniente para algunos.

La Generación M ya está entre nosotros, y dentro de algunos años gobernará el país.

Es una cuestión de tiempo.

jueves, 27 de noviembre de 2008

¿Qué más tiene que pasar para que Edesur pierda la concesión?


En un país desarrollado ya hubiera ocurrido.

Pero este no es un país desarrollado.

Y uno se pregunta: ¿qué tiene que pasar para que la empresa Edesur pierda la concesión del servicio eléctrico?

Ya en 1999 se registraron los primeros grandes cortes, que hoy se repiten en muchos barrios porteños y localidades del conurbano bonaerense.

Diez años pasaron desde entonces.

Reitero: diez años.

Y uno se pregunta: ¿cuánto tiempo más tiene que pasar para que Edesur haga las “inversiones” que corresponden y así evitar que el sistema colapse? ¿Cuántos años más deberemos esperar los usuarios?

Y me sigo preguntando: ¿cuánto pagó Edesur por su parte de la antigua e “ineficiente” Segba? ¿Cuánto ganó Edesur desde la privatización, en 1992, hasta el momento, en particular durante la ominosa convertibilidad del emirato corrupto? ¿Cuánto invirtió y cuánto debería haber invertido para que la infraestructura eléctrica funcione correctamente?

Mucho me temo que si hacemos bien las cuentitas, los favorecidos son unos poquitos empresarios vivos; y los perjudicados –adivinen-, somos nosotros, los usuarios, y el Estado.

A que sí.

Qué jugamos.

Insisto: en un país desarrollado, Edesur ya habría perdido la concesión y sus directivos deberían enfrentar a la Justicia.

Pero este no es un país desarrollado.



miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sobre el delito juvenil


Considerar que el delito es producto de la ausencia o presunta “debilidad” de las leyes es como creer que el dolor de cabeza es producto de la falta de aspirinas.

El derecho penal actúa en todo caso sobre las consecuencias del delito y nunca sobre las causas.

Más aún en el caso del delito juvenil.

Porque el delito juvenil no nace en la edad de imputación de los menores.

El delito juvenil nace en la desnutrición infantil y en la subalimentación.

El delito juvenil nace en la deserción escolar y en la subeducación.

El delito juvenil nace en la disgregación de la familia por la desocupación, la marginalidad y la discriminación.

El delito juvenil nace en la falta de agua potable y cloacas.

El delito juvenil nace en un sistema tributario regresivo.

El delito juvenil nace en el pornográfico privilegio de unos pocos.

El delito juvenil nace, en síntesis, en el subdesarrollo.





miércoles, 29 de octubre de 2008

La ciencia ficción siempre tiene razón


El derrumbe del capitalismo financiero ha disparado una serie de extraños vaticinios, algunos de los cuales alcanzan dimensiones apocalípticas.

No faltan quienes aseguran que el capitalismo mismo ha muerto, o que ha comenzado su lenta e inexorable agonía.

Como si regresara de su añejo sarcófago, Karl Marx vuelve a la vida y resucita en medio de burlonas carcajadas de ultratumba.

El economista Immanuel Wallerstein sostiene que el capitalismo ha ingresado en su “etapa final” de vida (Clarín, Ieco, 26-10-08, pág. 4) Utilizando los ciclos de Kondratieff, Wallerstein asegura que la acumulación real del sistema ha alcanzado su límite: se entra en fase de crisis, y pum, es el fin.

This is the end, cantarían los Doors.

Proyecciones elaboradas por expertos parecen darle cierta razón. Según un informe de WWF, al ritmo actual de consumo, en 2030 se necesitarán dos planetas para satisfacer la demanda mundial.

En otros términos: la Tierra impondrá un límite ecológico insuperable, si no queremos caer en una catástrofe global.

Ahora bien: si el capitalismo se termina, ¿qué demonios va a reemplazarlo? ¿Una suerte de socialismo? ¿Otro modo de producción aún peor?

“Creo que es tan posible que se instale un sistema de explotación más violento que el capitalismo –explica Wallerstein-, como que ocupe su lugar otro más igualitario y redistributivo”

No me pregunten por qué, pero creo en la primera de las posibilidades: un sistema de explotación mucho más refinado, que utilizará la ciencia –la genética, la nanotecnología, la informática, etc.-, para controlar las mentes y los cuerpos de un modo mucho más eficaz que el actual control social.

Así lo ha anticipado la ciencia ficción en múltiples distopías futuristas.

Y como todos ustedes saben, amigos, la ciencia ficción siempre tiene razón.




Para oir ===> The Doors - The End http://es.youtube.com/watch?v=dbI5K0AzNHI



miércoles, 15 de octubre de 2008

Ahora resulta que Marx tenía razón


Al fin de cuentas, resulta que Marx tenía razón.

Que el capitalismo es, en definitiva, un sistema que explota a unos en beneficio de otros (pobres y ricos, capitalistas y proletarios, desarrollados y subdesarrollados, o como quieran llamarles)

Que la lógica del capitalismo –esto es, la lógica de la empresa, vector capitalista-, no es otra que maximizar la ganancia. Y que las necesidades sociales (nimiedades como el alimento, la salud, el trabajo de los seres humanos, la integridad del medio ambiente, etc.) se subordinan a esa lógica, la maximización de la ganancia.

Qué, en definitiva, el capitalismo es un modo de producción revolucionario, capaz de generar enormes riquezas, pero que conduce inevitable, inexorable, irremediablemente a la desigualdad. Y que cuanta más riqueza crea, más desigualdad crea. Y que por consiguiente, es un modo de producción inviable para lograr un mundo socialmente más justo y ecológicamente sustentable.

Ajá.

Entonces, tanto lío y al final Marx tenía razón.

Parece un chiste, che.

jueves, 9 de octubre de 2008

Sistema


Mañana por la mañana, cuando usted se levante para desayunar sus habituales medialunas, o su café con leche o su tecito con galletitas, cerca de mil millones de personas como usted se levantarán en todo el mundo y no tendrán nada para comer.

Nada.

Usted desarrollará su día de trabajo y volverá a su casa para cenar, y luego se irá a dormir. Al mismo tiempo, esas mil millones de personas también se irán a la cama, pero luego de un día de no haber comido virtualmente nada.

Nada.

Según un informe de la FAO, las personas hambrientas o subalimentadas en el mundo ya superan las 925 millones.

Y van en aumento.

Son personas que, literalmente, se mueren de hambre o desnutrición.

No es una metáfora: son hambrientos de verdad.

La mayoría de esas personas viven en países en extremo pobres (51 millones en Latinoamérica, según los datos de la FAO) países que, al fin de cuentas, también forman parte del capitalismo.

Si: los pobres también son parte del sistema.

Porque esos países son pobres no porque “no les ha llegado” el capitalismo -como nos quieren hacer creer-, sino porque les ha llegado de manera torcida.

Son países subdesarrollados.

Y los países subdesarrollados existen porque existen otros países que son desarrollados, y viceversa.

En otros términos: el capitalismo es una estructura mundial que se basa en la necesaria desigualdad de las partes que lo componen.

Porque los países pobres son pobres porque hay países ricos, que a menudo los han explotado por siglos, quitándoles sus materias primas.

Desarrollo y subdesarrollo, así, no son fenómenos contrapuestos, sino dos caras de una misma moneda.

De modo que los pobres en el mundo no son una consecuencia no deseada del sistema: son parte del sistema.

Porque, ¿qué sucedería si esos mil millones de hambrientos pasasen, por un golpe mágico, a consumir como un estadounidense promedio? ¿Si de buenas a primeras los pobres consumieran tanta energía, materias primas, y causasen la misma contaminación que un estadounidense o un europeo promedio?

ESO NO PASARÍA: el sistema mismo colapsaría y la Tierra no podría sostener semejante consumo.

Es muy simple: para que algunos sobreconsuman, millones deben subconsumir.

La persistencia del sistema depende de la desigualdad.

Entonces: los pobres son pobres precisamente por pertenecer al capitalismo.

Insisto: los pobres en el mundo no son una consecuencia no deseada del sistema.

Son parte del sistema.

De un sistema que primero salva a los bancos, antes que a los hambrientos.




lunes, 29 de septiembre de 2008

Pobre planeta


El estado debe abstenerse de intervenir en la economía.

Ajá.

Los mercados se regulan automáticamente.

Mirá vos.

El mercado es el mejor asignador de recursos.

No me digas.

Los plomeros no tienen por qué pagar las crisis económicas.

Qué me contás.

Casi mil millones de personas se mueren de hambre en todo el mundo, según un informe de la FAO.

El capitalismo sobrevivirá.

Lástima los pobres.

Lástima todos nosotros.

Pobre planeta.






martes, 23 de septiembre de 2008

El hambre


El hambre no es un trastorno alimentario.

El hambre no es ni siquiera un problema económico.

El hambre es un problema político.

Quiero decir: si en una sociedad que tiene para abastecer de alimentos a todos hay hambrientos, es porque hay quienes se quedan con más de lo que les corresponde.

ES

ASÍ

DE FACIL.

Mi sobrina que tiene 12 años lo ha entendido perfectamente.

En estos casos, el hambre es consecuencia de la riqueza de unos pocos.

En otras palabras: el hambre lo provocan los ricos.

Nadie lo dice de esta manera.

Claro.

No queda bien.


miércoles, 17 de septiembre de 2008

Bolivia (o La inveterada costumbre de los ricos de defender sus privilegios)


Las grandes tragedias de la Humanidad comienzan cuando los ricos se creen con derecho a defender sus privilegios. En la consecución de ese fin, son capaces de exterminar a toda una nación, y justificar esa masacre en nombre de la libertad o la democracia o la historia.

El represor Menéndez se preguntaba –incrédulo al ser enjuiciado por sus delitos-, para quiénes los militares habían ganado “la guerra”.

La respuesta a la estúpida pregunta de Menéndez es muy simple: “Para los ricos”.

miércoles, 30 de julio de 2008

La heducasión funsiona várvaro


Alumnos que le prenden fuego el pelo a su profesora y le ponen un condón en la cabeza; alumnos que manosean a otra profesora y filman todo alegremente; escuelas a las que se les caen los techos o que no tienen gas en pleno invierno; escuelas en donde los alumnos tienen que alternarse para poder estudiar porque no están completas las instalaciones.

Noticias como estas ya forman parte del paisaje decadente de nuestro país.

Según un estudio de la Unesco, la Argentina bajó del segundo al sexto lugar en Latinoamérica en cuanto a rendimiento escolar. Hace diez años, sólo nos superaba Cuba. Ahora nos empiezan a pasar todos los demás países.

Un informe emitido por TN demostró que los niños que se alimentaron mal durante la crisis de 2001/2002 tienen ahora dificultades de aprendizaje o bajo desempeño en la escuela.

Comer mal te impide pensar.

Ya en 1999, la Unicef había hecho un estudio con chicos pobres del conurbano bonaerense y el Gran Rosario. Los resultados fueron aterradores: el 40% de esos niños padecía una suerte de retraso mental, leve en muchos casos, pero retraso mental y madurativo al fin. Las causas no eran otras que la mala alimentación y la falta de estímulos cognitivos adecuados.

Esos niños –que entonces tenían sólo cinco años-, deben ser ahora adolescentes pobres que abandonaron sus estudios, pequeños delincuentes o internados en hogares de menores.

La subeducación garantiza el subdesarrollo y reproduce la pobreza hasta el infinito.

Dicho de una manera más vulgar: que una buena parte de la población sea estúpida es un eficaz mecanismo para que los ricos sigan siendo ricos.

Para que unos pocos tengan mucho, es menester que muchos tengan poco.

De modo que el hecho de que los alumnos tengan bajo desempeño o que a las escuelas se les caigan los techos no es una casualidad o una consecuencia no deseada por el sistema. Es una condición necesaria y suficiente para que nada cambie. Para garantizar el statu quo aún dentro de un marco formal de “democracia”. Para que en las elecciones gane siempre el peronismo o sus variantes clientelares que viven de la pobreza, a la que perpetúan.




viernes, 18 de julio de 2008

Paren que me quiero bajar


Me invade una sensación de asco y náusea intolerable.

Son imágenes, fragmentarias, las que azotan mi conciencia.

Ver de nuevo al inmundo de Menem, a Ramoncito Saadi, a Chiche Duhalde, a Reutemann. Ver a esos arruina-países, a esos arruina-provincias, otra vez esas caripelas tenebrosas, beneficiados por un fuero senatorial.

Ver el patético voto del pusilánime de Cobos, llevado a un impensado lugar de héroe por accidente, por obra y gracia del autoritarismo y el autismo de la pareja presidencial. ¿De qué carajo se ríe Cristina? ¿No ve la cantidad de cagadas que se mandó su maridito querido?

Ver otra vez a Barrionuevo –si, Barrionuevo, el mismo atorrante de siempre- hablar de libertad y no se qué mierda más al pelear por la conducción de la CGT con Moyano.

¡Qué vómito! ¿Qué mierda de país es este? Me cago en todo el peronismo, y en el sindicalismo, y también en el radicalismo.

Ver el abrazo de Buzzi y Miguens, como si hubiesen ganado el Mundial. ¡Miguens, el representante de los tipos que más tienen en este país! ¡Miguens, si, el tipo que encarna a los más ricos de entre los ricos, que participa de una “protesta agraria” como si fuera... Pancho Villa!

¡Los lobos bailan en el gallinero!

Esto es una joda.

Porque, ¿qué tendrían que hacer, entonces, los 15 millones de personas que no tienen asistencia sanitaria? ¿Qué tendrían que hacer los 20 millones de tipos que no tienen agua potable o red de cloacas? ¿Quemar el país? ¿Romper todo?¿Podrían cortar las rutas como lo hicieron los “chacareros”?

Señores: este país no tiene rumbo en tanto y en cuanto existan el peronismo, el radicalismo, el “campo” y todos los malnacidos que nos gobiernan, gobernaron y gobernarán.

Lo dije.

miércoles, 9 de julio de 2008

Yo no tengo la culpa de nada



Siempre que ocurre algún hecho trágico o lamentable en este maldito país –y lo último fue el maltrato y la burla que un alumno le prodigó a su maestra de historia: una escena casi cotidiana en cualquier escuela pública argentina-, digo, siempre que ocurre algo lamentable, se dice: “El país está en crisis: todos, de algún modo, tenemos la culpa...”
¿Todos? ¿Cómo “todos”?
¡¡Todos, las pelotas!!
Porque, ¿saben qué?: YO NO TENGO LA CULPA DE TODA LA MIERDA QUE OCURRE EN ESTE PAÍS.
Más bien lo contrario.
Y aquí lo demuestro.
Cuando los milicos dieron el golpe del 76 e instauraron el plan monstruoso de Martínez de Hoz, yo era apenas un nene de seis años que ingresaba a primer grado. Cuando el borracho de Galtieri –aclamado por una multitud en la Plaza de Mayo-, nos embarcó en la absurda Guerra de Malvinas, yo tenía sólo doce años y aún estaba en la escuela primaria (que hice, ups, entre 1976 y 1982, qué hermosa época!)
Recién en 1983, cuando volvió la democracia, me incliné inicialmente hacia Alfonsín desde mis muy precoces trece años. Pero pronto fui cayendo en la decepción con la primavera alfonsinista.
En 1989, cuando voté por primera vez –esto es, cuando pude por vez primera ejercer alguna pequeñísima influencia en los destinos de mi país-, voté contra Menem. Y no sólo eso: me transformé en un furibundo antimenemista y luché con todo lo que pude y hasta donde mi alcance me lo permitía contra ese gobierno nefasto. Escribí en la revista Humor, estudié sociología y periodismo, discutí con todos sobre el daño que el emirato mafioso estaba haciéndole al país. Me quedé solo como Gary Cooper en A la hora señalada y lo único que conseguí fue la misma respuesta de parte de mis queridos compatriotas: “Vos tenés razón, pero yo tengo que pagar el auto en cuotas...”
En 1994 predije que la convertibilidad terminaría con muertos en la Plaza de Mayo: se me rieron en la cara... Quise salir a protestar y a romper todo cuando se privatizó YPF, pero nadie me acompañó. (¿Por qué no salieron en ese momento, digo, por qué no salieron cuando se entregaba el patrimonio público, los boludos caceroleros que saltaron por el corralito, o los tarados que ahora apoyan a los rentistas “del campo”?).
A partir de aquella época, me opuse a todo lo que hizo ese gobierno maldito, y luego me opuse a De la Rúa, a Duhalde, a Kirchner y ahora a Cristina. Desde que tengo uso de razón, vengo sosteniendo que el problema de la Argentina es su crónico subdesarrollo, y así lo vengo planteando –con muy escaso éxito-, en cuanto foro he tenido a mi alcance.
En otros términos: yo no tuve la culpa de los milicos la represión el plan de Martínez de Hoz la estatización de la deuda privada externa Malvinas la “plata dulce” el plan austral los 13 paros el “Felices Pascuas, la casa está en orden” el golpe de estado económico del 89 el mememato corrupto la convertibilidad las privatizaciones la desregulación el “primer mundo” el voto cuota la plata dulce 2 las obras de Sócrates la desocupación la tablita de Machinea el corralito el corralón el cacerolazo el helicóptero de De la Rúa la pesificación asimétrica la licuación de deudas Kosteki y Santillán el pago de la deuda al FMI las escuelas sin gas los alumnos que maltratan a sus maestras la crisis del campo ni ninguna otra mierda que ocurra o haya ocurrido en este país de mierda.
Para decirlo bien claramente: YO NO TENGO LA CULPA DE LA DEBACLE QUE LOS ARGENTINOS CONSINTIERON Y/O VOTARON Y/O APOYARON ESTUPIDAMENTE.
Mas bien lo contrario: SOY UNA VICTIMA DE LOS ARGENTINOS.
No solo no tengo la culpa: LES ARROJO LA PRIMERA PIEDRA.
Así es que, EXIJO QUE ME EXCLUYAN DE ESE PRESUNTO “TODOS”, GENERICO AL QUE SE LE ATRIBUYE LA RESPONSABILIDAD DE LOS MALES ARGENTINOS PARA LIBERAR DE CULPA A LOS VERDADEROS RESPONSABLES.
Buenas noches.





sábado, 28 de junio de 2008

Breve reivindicación del Viejo Illia (o Que vuelva la Tortuga)



El 28 de junio de 1966 se consumó uno de los hechos más vergonzosos de la historia de este país. Con la indiferencia de “la gente” y la ominosa participación de parte de la prensa local, las FF.AA. depusieron de la presidencia al Dr. Arturo Umberto Illia.
Los llamados “factores de poder” actuaron –una vez más-, en defensa de sus miserables intereses, y protagonizaron un nuevo golpe de estado, uno de los tantos que asolaron nuestra historia.
Entre los argumentos absurdos que se utilizaron para justificar el golpe, se aseguraba que Illia era demasiado lento e irresoluto: una “tortuga”, como le decía la prensa.
Pero resulta que Illia –un médico con fama de honesto-, no era ninguna tortuga: su gobierno, acaso, fue el mejor gobierno que hemos tenido en las últimas décadas. Porque Illia tomó una serie de medidas que, vistas hoy a la distancia, no dejan de asombrar por su audacia y su progresismo.
¿Qué fue lo que hizo?
Illia anuló los contratos petroleros de Frondizi, por considerarlos una onerosa carga para la Nación; sancionó una Ley de Medicamentos que protegía la industria nacional y ponía límite a las multinacionales del sector; elevó el presupuesto de Educación al 23%, una suma increíble aún hoy; redujó la deuda externa y se dice que expulsó a los emisarios del FMI; rechazó enviar tropas a República Dominicana, como exigía EE.UU., en otra actitud que demostró su valentía e independencia; e intentó desproscribir al peronismo, que no había podido participar en las elecciones que lo llevaron a la Casa Rosada.
En síntesis, su gobierno fue verdaderamente progresista, y tuvo a los países nórdicos como modelo a seguir. La cultura experimentó un florecimiento, y hasta la economía mejoró y el PBI creció un 10% anual.
Todavía uno se pregunta cómo pudo gobernar con todas las clases dominantes en contra y una brutal campaña de los sindicatos peronistas, y aún así conseguir logros en todos los rubros de gobierno.
Su breve período en el poder (1963-1966) demostró que la Argentina podría ser otro país si estuviese gobernado por dirigentes honestos y valientes que no dudasen en tomar decisiones a favor de la Nación y en contra de los mezquinos intereses sectoriales de los ricos.
Dicen que aquel frío día de junio, Illia se negó a abandonar su cargo cuando los militares quisieron desalojarlo de su despacho. Entonces vinieron los refuerzos y casi a empellones lo sacaron de la Casa Rosada. Después de escupirles en la cara su desprecio, Illia rechazó un auto que le “brindaban” los golpistas, se tomó un taxi y se fue a la casa de su hermano. El taxista no le quiso cobrar.
El Viejo volvió a la pobreza digna con la que había llegado a la Presidencia.



Foto: Arturo Illia abandonando la Casa de Gobierno luego de su derrocamiento (Publicada por la Revista Gente).

viernes, 20 de junio de 2008

Belgrano, ese héroe que no merecemos (o El día en el que murió la Argentina)



Un día como hoy, el 20 de junio de 1820, moría Don Manuel Belgrano. Ese mismo día, a mi juicio, moría también la Revolución de Mayo. Y de algún modo, la Argentina como proyecto de país en serio.
Ese día, la Revolución y la Argentina murieron con Belgrano.
Oscuramente olvidado, humillado y en la bancarrota, así moría este héroe de verdad, este mártir, este Arístides nuestro. Este hombre que lo dejó todo por su patria, que se cargó al hombro un ejército sin ser militar, que soñó y pensó un país que nunca se concretaría.
El de esa Revolución inconclusa.
Por eso digo que este es un día trágico: representa la muerte de un hombre y de algún modo, la de un país.
Muchos años después, en homenaje a su creador, se instauró el feriado del Día de la Bandera. Se supone que los feriados son para recordar, se trate de un hecho triste o glorioso. Pero claro, hoy, el feriado del recuerdo se pasa para cualquier día, total todo da igual.
Más importante es el miniturismo.
Flaco homenaje le hacemos a este hombre, el mejor que ha dado este pobre país. Este héroe que en su lecho de muerte no pudo siquiera costear los honorarios de su médico. Y que tuvo que pagarle con un reloj.
Hoy, ese reloj ha sido robado del museo donde estaba guardado.
Todo un símbolo.
Robar el reloj de Belgrano: país de ladrones, que se roban la historia.
Si, lo repito para que lo oigan claramente: país de ladrones.
Ese día aciago, ese 20 de junio de 1820, cuando Belgrano moría oscuro y olvidado, también se lo recuerda como el “día de los tres gobernadores”. Era el principio del fin de la Argentina: el comienzo de esa anarquía que nos caracteriza y que dura hasta hoy mismo.
Hasta hoy mismo.
El comienzo del país de siempre, el de los estúpidos enconos, el país donde siempre ganan los hijos de puta de siempre.
Este país que no se merece un héroe como Belgrano.






link de lo que puse el año pasado al respecto:


miércoles, 4 de junio de 2008

Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía

Argentina año verde: me llega una factura de Edesur con un importe pagar igual a CERO PESOS. ¿Cómo? ¿Cómo dijo? Si, cero pesos a pagar. Consumí energía eléctrica, pero no tengo que abonarla. Edesur, gentilmente, no me la cobra.
Según la factura, la razón es un “reclamo técnico”. ¿Qué significa esto? Significa que en reiteradas ocasiones reclamé por el servicio deficiente que me brinda Edesur. En el verano pasado, en mi barrio, estuvimos varios días sin luz, lo que llevó a muchos vecinos a salir a protestar y a cortar calles y a patear cosas.
Edesur me hizo piquetero.
Desde entonces, sufro cortes de luz intermitentes, falta de fases, o subidas y bajadas abruptas de tensión. En síntesis: un servicio deficiente por el que –en otro país, en un país serio-, Edesur ya habría perdido la concesión.¿Qué hace Edesur ahora? Prefiere no cobrarles a muchos vecinos, desactivar su bronca acumulada, acaso para evitar onerosas multas o juicios largos y millonarios en su contra.
Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía.
Edesur no me cobra porque reclamé por un servicio deficitario. ¿Acaso debo darle las gracias? Está claro que Edesur enjugará esta “pérdida” de otro modo. Al fin y al cabo es una empresa capitalista cuyo único objetivo –como el de toda empresa capitalista- es obtener una ganancia. ¿Cómo va a enjugar Edesur esta pérdida?Muy simple: se viene el aumento de las tarifas.


domingo, 25 de mayo de 2008

Porqué la Argentina es un país que no tiene arreglo

La llamada “crisis del campo” terminó por confirmar mi sospecha: la Argentina es un país que no tiene solución.
Quiero decir: la Argentina jamás será un país desarrollado, un país en serio, al menos por los próximos cincuenta o cien años.
Permítaseme el pesimismo: no tenemos arreglo.
Cuando veo la puja entre el Gobierno y “el campo” por la super-renta sojera no me queda más remedio que caer en una asombrada amargura.
Patético país.
Para defender su ventajita, los sectores más poderosos del agro han estado utilizando de idiotas útiles a los pequeños chacareros. Y se da una absurda contradicción: los que más tienen y más han ganado en los últimos años participan en una protesta que no tienen precedentes y ya está causando estragos en la economía.
El reino del revés.
¿Qué tendrían que hacer los 20 millones de ciudadanos que no tienen cloacas o red de agua potable? ¿Incendiar el país?
En tanto, el Gobierno asegura que las retenciones se aplican para mejorar la distribución del ingreso. Esto es tan creíble como las estadísticas del Indec. Si fuera así, ¿por qué el Ejecutivo no ha tocado ni un ápice al sistema tributario argentino, un dechado de regresividad e injusticia? Mas bien pareciera que sólo quiere hacer caja para sostener su alianza con una burguesía prebendaria que se está quedando con el estado “reestatizado”. O hacer caja para pagar una deuda externa cuyo origen es cuanto menos dudoso. (A propósito: ¿ustedes pagarían una deuda si no saben de dónde viene o desconfían de su legitimidad?)
País generoso.
Nuestra nación sería capaz de alimentar a 400 millones de personas, gracias a su portentosa capacidad agropecuaria. Pero de los 40 millones de argentinos que habitan nuestro suelo, uno de cada tres es pobre. Es una aparente paradoja que tiene una sola palabra que la explica: SUBDESAROLLO.
Porque, ¿lo sabían?, somos un país subdesarrollado, es hora de que lo admitamos sin rodeos. En otros términos: somos una estructura social en la que una minoría sobreconsume gracias a que una mayoría subconsume. Un país injusto que requiere de más injusticia para preservar y/o ampliar esa misma injusticia.
En 1974, el diez por ciento más rico de la población ganaba 12 veces más que el diez por ciento más pobre. Gracias a la magia del neoliberalismo, la brecha en los ingresos se amplió a 20, 30, 40 veces, aún a pesar de la recuperación post devaluación del 2002.
Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
No es un juego de palabras. Es una realidad concreta que puede medirse en las estadísticas: en la misma Capital Federal, al norte de la avenida Rivadavia, la mortalidad infantil es de 4 por mil. Al sur de la avenida Rivadavia, es de 12 por mil. ¡Y todo en la mismísima Buenos Aires! ¡Piensen lo que debe ocurrir en el interior!
Esto es el subdesarrollo: una fractura en la sociedad que beneficia a unos pocos: mientras unos entran al siglo XXI con sus mp3 y sus 4x4, otros vuelven al siglo XIX con la fiebre amarilla, la disentería y la tuberculosis.

La subeducación garantiza el subdesarrollo

Se repite a menudo que la educación es la principal vía hacia el progreso. No faltan los que al respecto citan a Sarmiento. Observando que las escuelas no tienen gas o que se les caen los techos, uno no está en condiciones de abandonar el pesimismo con que se inició este texto.
A las escuelas se les caen los techos, y a la gente, el nivel de pensamiento crítico.
El descenso en la capacidad intelectual de la población es un dato más que evidente que puede comprobarse hablando con cualquier chico de menos de 20 años. Muchos jóvenes no saben nada de nada, no pueden decir tres palabras seguidas con cierta coherencia y carecen de un mínimo de conciencia crítica y/o política, excepto que desprecian a la política. Esto no es casual: una población subeducada es la condición necesaria para implementar medidas impopulares, aún dentro de los marcos formales de la democracia.
El que piensa, pierde.
En 1999, UNICEF hizo un estudio con chicos de 5 años pertenecientes hogares pobres del conurbano bonaerense y del Gran Rosario. Las conclusiones fueron aterradoras: el 40% de esos chicos padecía una suerte de retraso mental, leve, pero retraso mental al fin. Esto es: el 40% de esos chicos no tenía las capacidades cognitivas correspondientes a su edad. ¿Las causas? La subeducación, la falta de una alimentación adecuada basada en proteínas y en nutrientes necesarios.
El subdesarrollo.
¡Y esto fue en 1999! ¡Imagínense lo que debe ser ahora! Según un reciente informe de la UCA, el 65% de los chicos menores de 17 años vive en un ambiente con un “bajo clima educativo”. Dicho de otro modo: estamos creando una generación de idiotas, idiotas útiles para la perpetuación del subdesarrollo.
El daño que han hecho las políticas “neoliberales” a la educación es tan grande –primero con la dictadura, y luego bajo el emirato corrupto-, que será muy difícil de subsanar, si es que algún día se logra.
El neoliberalismo colocó en nuestra sociedad una bomba de tiempo que estalla en la marginalidad, la subeducación, la delincuencia, en la pobreza que se vuelve perenne. Hay en el país más de 700 mil jóvenes de entre 17 y 25 años que no estudian ni trabajan. ¿Qué les espera en el futuro? Más pobreza, más droga, más cárcel.
Más subdesarrollo.

Nunca superaremos nuestro subdesarrollo

Si de algo ha servido la “crisis del campo” es que nos ha hecho entender cómo funciona nuestro país, desde todo punto de vista: el económico, el productivo, el fiscal, el político.
Y ha demostrado una vez más lo que sucede: siempre ganan unos pocos, los que viven a costilla de todos nosotros.
El boom de la soja no hizo otra cosa que evidenciar nuestra carencia de un modelo de desarrollo agroindustrial sustentable. Y digo “modelo” porque se trataría de un conjunto de políticas bien delineadas que deberían sostenerse en el tiempo, por décadas, indistintamente del gobierno que le toque en suerte llevar adelante el destino del país. Y digo “desarrollo” porque implicaría una mejora sustancial en el nivel de vida de toda la población, un salto cualitativo que ya no admite retrocesos. Y digo “agroindustrial” porque se trataría de un modelo que parta desde nuestras riquezas agropecuarias y las vincule con un sistema industrial de alta tecnología, que incorpore permanentemente valor agregado a la producción mediante la innovación tecnológica. Y digo “sustentable” porque debería tener en cuenta el eventual daño al medio ambiente y a la naturaleza: el desarrollo es sustentable, o no es desarrollo.
Pareciera, en cambio, que giramos en círculos: volvemos al pasado, al siglo XIX, y volvemos a especializarnos en producir materias primas. No es muy difícil entender que un país con una matriz productiva primarizada difícilmente logre el desarrollo.
Resumiendo: vamos por mal camino. Volvemos a equivocarnos si creemos que convertirnos en el granero del mundo nos llevará al progreso. Como la experiencia histórica lo advierte, ese modelo sólo ha beneficiado a una minoría.
Es que el subdesarrollo es más bien un problema político que económico. Su superación implicaría un cambio importante en la estructura social, un cambio que altere una situación de poder.
Un modelo económico de desarrollo como el aquí propuesto involucraría una serie de medidas progresivas, que encontrarían fuerte oposición en las minorías privilegiadas.
Implicaría, de algún modo, patear el tablero y barajar de nuevo.
Y he aquí el nudo central de mi tesis: nuestro país no tiene la suficiente masa crítica progresista como para generar ese proceso endógeno de desarrollo.
¿Quiénes encararían ese cambio profundo? ¿Los ricos, que se benefician con la desigualdad y harán todo lo posible para evitar cualquier modificación a la estructura social? ¿La clase media, esa gente mediocre que aspira a vivir como los ricos y teme acabar como los pobres? ¿Los pobres, ese conjunto de gente estupidizada y subeducada, incapaz de usar su diezmada conciencia crítica?
¿Qué movimiento político encabezaría esos eventuales cambios? ¿El peronismo, con sus infinitas caras funcionales al poder? ¿El kirchnerismo, que es una continuidad lógica del menemismo pero con una careta progresista? ¿Los manejos clientelares y autoritarios que caracterizan al PJ en los sindicatos o en muchos sitios del interior del país?
Permítanme continuar con mi pesimismo: el futuro asoma negro para la Argentina. Porque si ya hay problemas estructurales graves, pronto aparecerán varios más. Nuestro país enfrentará grandes desafíos de aquí a los próximos cincuenta años. Uno de ellos, por caso, es el fin de “la era del petróleo”.
Con un barril de crudo a 120 dólares –y con la posibilidad de que suba hasta 200 dólares-, la Argentina carece de una empresa de petróleo nacional (Enarsa es apenas un sello de goma). La malventa de YPF fue la estupidez más grande de nuestra historia. Ningún otro país cometió semejante dislate, el de vender su principal empresa, y encima, de hidrocarburos, un recurso estratégico. Como resultado de todo este delirio argentino, hace años que no hay exploración y nuestras reservas están cerca de acabarse. Mientras tanto, Brasil no para de descubrir yacimientos: a este paso, terminaremos importando crudo brasileño. Ellos –que lograron el autoabastecimiento hace poco tiempo-, terminarán vendiéndonos fluido a nosotros, que perderemos nuestro autoabastecimiento, logrado hace décadas.
Increíble.
El segundo desafío que enfrentará nuestro país será el envejecimiento de nuestra población. Se estima que hacia 2030 habrá más viejos que niños. ¿Qué ocurrirá con el sistema previsional? Hoy mismo, más del 70 por ciento de los jubilados gana la mínima (unos 600 pesos), cifra que no alcanza para cubrir ni la mitad de una canasta básica de consumo. ¿Qué va a pasar en el futuro, cuando cada vez haya más viejos y menos población activa para sostenerlos?¿Cómo va a amortiguarse ese golpe a las arcas públicas, si hoy mismo los jubilados son apenas unos despojos que reciben tan sólo migajas?
Nadie lo sabe. O mejor dicho, la respuesta es muy simple: todo va empeorar aún más.

Conclusiones pesimistas

Alguien me dijo que el pesimista es aquel que tiene la maldita manía de ver las cosas en su justa dimensión. Ustedes se preguntarán ahora si mi pesimismo era tan justificado. Yo creo que convertir a la Argentina en un país mejor es algo perfectamente posible de realizar. Están dadas ciertas condiciones teóricas: nuestras grandes riquezas naturales y un capital humano que –de milagro-, conserva cierto nivel educativo-técnico. Sólo que, creo, nunca se va a hacer tal mutación, excepto para beneficiar a la minoría de siempre.
Es en extremo difícil pensar que un país corrupto como el nuestro pueda, de pronto, cambiar para ser un lugar digno de ser vivido.
La corrupción está (casi) en nuestra naturaleza. Somos un país medularmente corrupto. El que no afana es un gil.
Cocodrilo que se duerme es cartera.
País de vivos.
Figuramos en un retrasadísimo puesto 105 en un ranking de percepción de la corrupción elaborado por Transparencia Internacional. Funcionamos a coima, a diego, a mordida. Como decía Clemenceau: la Argentina crece de noche mientras los políticos la roban de día.
Somos incorregibles.
Por todo esto digo que la Argentina es un país sin solución. Nunca lograremos concretar esa Revolución inconclusa que iniciaron Belgrano, Moreno y Castelli, un día como hoy, hace 198 años.
Nunca.









miércoles, 30 de abril de 2008

El tren bala y el subdesarrollo


Casi desde su invención, el tren ha sido sinónimo del progreso. Allí donde avanzaba el tren, allí avanzaba “la civilización”. No faltaron, allá por los albores del siglo XIX, quienes saboteaban el tendido de las vías, como una suerte de luditas anti-progreso.
En otras palabras: sabotear al tren era entonces sabotear a la “modernidad”.
En nuestro país, el tren creció con el modelo agro-exportador. Los ingleses vinieron y tendieron sus vías –que confluían desde las provincias hacia el puerto de Buenos Aires-, para llevarse nuestro trigo a ultramar. Todavía hoy, cerca de mi casa, en las vías del ex ferrocarril San Martín, hay un puente de hierro con un cartel que dice “Compañía Británica de Construcciones”.
Cuando Perón nacionalizó los trenes –que según se dice, los ingleses “se querían sacar de encima”-, se lo mostró como un acto de “soberanía nacional”.
Después llegó el emirato ladrón –de origen peronista-, y levantó las vías gracias al tristemente célebre “ramal que para, ramal que cierra”: cientos de pueblos del interior “desaparecieron” al desaparecer el tren que les había dado sentido.
Hoy, otro gobierno peronista planea la construcción de un “tren bala”. Iría de Buenos Aires a Córdoba y Rosario, a una velocidad de 300 kilómetros por hora. Su costo: 3.900 millones de dólares, un dinero que alcanzaría para arreglar el patético sistema ferroviario actual, por el que miles de usuarios viajan como ganado al matadero.
La presidenta Kirchner aseguró que la compra “llave en mano” del tren –de tecnología francesa-, será “un salto a la modernidad”.
¿Es esto avanzar hacia el desarrollo?
Un país avanza hacia el desarrollo cuando eleva el nivel de vida su población mediante un fuerte gasto en educación, salud y ciencia; cuando invierte en gasto social gracias a una recaudación aportada por un sistema tributario progresivo; cuando vincula fuertemente el sistema educativo-científico-tecnológico al aparato productivo, y genera valor agregado a su producción a través de la innovación tecnológica. Y luego de todo eso, cuando sus ingenieros y técnicos diseñan, construyen y tienden un tren bala de fabricación nacional.
Esto es un “salto a la modernidad”.
Difícilmente un país salte a la modernidad si padece un sistema tributario regresivo; o un aparato productivo que produce bienes de bajo valor agregado; o un sistema educativo-científico-tecnológico paupérrimo. Difícilmente un país salte a la modernidad comprando un tren bala diseñado por técnicos de otros países, mientras su sistema ferroviario se viene abajo.
Esto no es un “salto a la modernidad”. Esto es modernizar el atraso.
Esto es, en definitiva, ni más ni menos que subdesarrollo.


miércoles, 23 de abril de 2008

La decadencia de la honestidad



“Noticia es cuando un hombre muerde a un perro, no cuando un perro muerde a un hombre”, me enseñaron en TEA. En otras palabras: noticia es un hecho extraordinario que merece ser contado. ¿Por qué entonces es noticia alguien que devuelve un paquete con dinero perdido, como ocurrió hace poco con una joven mendocina?
¿Por qué es noticia alguien que hace lo que se debe hacer y actúa con honestidad?
Acaso porque la honestidad es un hecho extraordinario en este país corrupto.
El hombre que muerde al perro.
En este país corrupto, las personas que actúan con honestidad son vistas como rarezas, hechos extraordinarios que merecen ser contados.
En muchos casos, las personas que se comportan como se debe son miradas con curiosidad, y hasta con cierto rechazo.
¡Cómo vas a hacer lo que corresponde! ¿¡Acaso estás loco!?
Me atrevería a decir que las personas realmente honestas en este país no llegan al 10% de la población. Y digo ser realmente honesto, porque el que es honesto actúa como tal en todos los casos. Así sea con una bolsa de 40 mil dólares o con una moneda de 10 centavos.
El que es honesto ES SIEMPRE HONESTO, en todas las situaciones.
Eso no significa que el resto de la población sea deshonesto o tramposo. Pero me temo que la mayoría oscila entre el oportunismo y la lisa y llana corrupción.
En el lugar de la chica mendocina que devolvió las 40 lucas, muchos se hubieran hecho los giles y no hubieran devuelto nada. Así lo demuestran los mensajes de la propia gente.
“¡Qué boluda, yo me quedaba con la plata!”, era la respuesta de muchas personas, enteradas del caso.
Porque la Argentina es un país corrupto. ¿Cabe alguna duda? Nuestro país figura en un retrasadísimo puesto 105 en un ranking mundial de corrupción que elabora Transparencia Internacional (Clarín iECO, 20-4-2008, Pág 6).
SOMOS CORRUPTOS, Y LO SABEMOS.
Hace 50 o 100 años, acaso, la proporción de gente honesta era mucho mayor. Eran los tiempos en los que valía la palabra empeñada o esa cosa en desuso llamada honor.
Hoy la honestidad está en decadencia. No faltará el día en que sea declarada delito.


jueves, 17 de abril de 2008

Sembrar ciencia, cosechar desarrollo



Los países importantes apelan a la innovación y a la ciencia para diversificar e incrementar su producción. Luego imponen sus productos en el mercado mundial.
Los países mediocres esperan a ver qué cosas necesitan los países importantes –generalmente se trata de materias primas-, y entonces se especializan en producir ese tipo de bienes.
Los países importantes generan sus propias oportunidades gracias a estimular su avance tecnológico.
Los países mediocres esperan alguna coyuntura favorable, por caso, el incremento del precio de las materias primas.
Los países importantes tienen un sistema productivo fuertemente vinculado al sistema educativo-científico-tecnológico, gracias a un estado sólido que gestiona el excedente mediante un sistema tributario progresivo (excedente que, finalmente, se destina a la inversión social, esto es, educación, salud, seguridad, etc.).
Los países mediocres carecen de un sistema educativo-científico-tecnológico importante y padecen de sistemas tributarios regresivos -que sólo benefician a una minoría privilegiada-, y sufren de un estado torpe que no recauda bien ni invierte con eficacia.
Los países que siembran ciencia, tarde o temprano, cosechan desarrollo. Los que sólo siembran soja... los que sólo siembran soja, no.



miércoles, 9 de abril de 2008

Cuadro de doble entrada para sectores en conflicto

El paro del campo no ha hecho más que develar las costuras que atan precariamente a nuestro país. La virulencia de la protesta del agro y la dura respuesta del Gobierno reavivaron las llamas de la división, del enfrentamiento, de la antinomia, de la confrontación.
Por todo esto, ofrezco a todas las partes en disputa este sencillo cuadro para ser aplicado cuando sea menester. De nada, amigos.


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Suceso... Cuando es a nuestro favor es.../ Cuando es en contra nuestra es..
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Piquete ...un legítimo corte de ruta. /...una violación a la libertad de circulación.

Paro ...un derecho constitucional. /...una burda extorsión.

Intervención ...un oportuno subsidio. /...una injerencia inadmisible.
del Estado

Cacerolazo ...una espontánea expresión popular /...una provocación organizada.

Visión de ...la cruda y pura realidad. /...una manipulación mediática.
los medios
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jueves, 27 de marzo de 2008

El subdesarrollo es nuestro verdadero y único problema



El término subdesarrollo escasea en los análisis técnicos o periodísticos. A menudo se lo usa para designar a algún ignoto país extremadamente pobre, como –por caso-, los del África profunda. Rara vez se lo vincula a países como Argentina o Brasil.
Y sin embargo, amigos, somos un país subdesarrollado.
Nuestro subdesarrollo nació cuando, entrado el siglo XIX, nos especializamos en producir materias primas y nos insertamos en la economía capitalista mundial como “granero del mundo”. Bastó entonces con aprovechar las ventajas comparativas de nuestro campo.
Sin embargo, el excedente producido por esa especialización sólo vino a reforzar estructuras sociales injustas: las clases dominantes se lo apropiaron sin generar un proceso de desarrollo propio.
Desde entonces, esa estructura social, económica y política llamada subdesarrollo ha condicionado nuestra historia, hasta el día de hoy.
EL SUBDESARROLLO ES NUESTRO VERDADERO Y UNICO PROBLEMA.
El actual conflicto del campo es tan sólo una muestra de mi argumentación. Baste con ver la siguiente estadística: de los 300 mil productores agrícolas que existen en el país, unos 4 mil (el 1,3%) poseen CASI LA MITAD DE LAS TIERRAS.
Esto es, amigos, una muestra de subdesarrollo.



jueves, 20 de marzo de 2008

Los autos nos poseen



Un anciano de 81 años provocó un insólito accidente de tránsito, en el que otro abuelo murió y varias personas terminaron heridas.
Este hombre –que manejaba un auto con sistema automático para personas con discapacidad-, subió a la vereda abruptamente y atropelló a los ocasionales transeúntes de la avenida Rivadavia, en pleno Flores. Luego, volvió a la calle y arrastró 50 metros a la víctima fatal.
El conductor adujo que se le trabó la caja y que perdió el control del vehículo. “Yo no hice esto: fue el auto”, argumentó.
Increíble metáfora.
Fue el auto.
Los autos nos poseen. Nos roban la volición.
Como en una novela de terror de Stephen King, los autos mandan en este país.
Los autos son los que matan a la gente, no sus conductores.
Y uno se pregunta si este señor –que había padecido un accidente cerebro-vascular-, estaba en condiciones de manejar por las calles de una ciudad como Buenos Aires. A juzgar por lo ocurrido, parece que no.
Y entonces uno se pregunta cuántas personas como este señor andan por la calle con un registro.
Cuántos como él serán en cualquier momento poseídos por sus vehículos y lanzados a las veredas para aplastar peatones.
Con sorpresa leo un informe de una clínica privada oftalmológica: uno de cada 20 conductores argentinos tiene muy mala vista, y uno de cada tres podría ver mejor pero no lo hace.
En otros términos: las calles están llenas de Mr. Magoos en potencia, personas que no ven bien por dónde van.
Personas que son poseídas por sus autos.
Personas que no respetan ninguna ley de tránsito.
Un amigo me dice que si aquí se aplicará el rigor que se aplica en otros países en materia de obtener un registro, más de la mitad de los conductores debería devolver la licencia.
Vender autos, claro, es un negocio. Y cada año se venden más. Pero la ciudad no está preparada para tantos coches juntos.
Y entonces viene el colapso.
Y los ciudadanos de este país no están capacitados para manejar vehículos.
Y entonces vienen las tragedias.
Al momento en que escribo esto, al menos diez personas murieron en distintos accidentes durante el primer día de Semana Santa.
La gente se quiere escapar de la ciudad y lo único que logra es formar kilométricas colas en las rutas, que nos remedan a aquel cuento de Cortazar.
¿Cuántos muertos más debemos soportar para que de una buena vez decidamos cumplir con las normas o con el más mínimo sentido común?
Nuestra forma de manejar nos evidencia como país subdesarrollado.
Roguemos que los autos, esos dioses coléricos, no se enfaden con nosotros.




miércoles, 12 de marzo de 2008

Chau, Jorgito


¿Y qué harán ahora Diógenes y el Linyera?

miércoles, 27 de febrero de 2008

Sembrando tragedias



Está todo bien”, decía el piloto del vuelo de LAPA instantes antes de estrellarse en la Costanera, en 1999, y de causar la muerte de 65 personas.
“Está todo bien”, repetía, mientras sonaba una alarma que decía que estaba todo mal.
Todo un símbolo.
Ahora nos enteramos de que en la Ciudad hay decenas de edificios cargados con mercaderías, pero que carecen de habilitación para funcionar como depósito. Nos enteramos porque uno de estos edificios se incendió en el Once, aunque por uno de esos milagritos que nos asisten, nadie tuvo el privilegio de morirse.
“Está todo bien”, dirán los dueños de esos edificios, mientras acumulan mercaderías en los pasillos, en los sótanos o en cualquier lado.
“No pasa naaada”.
“¿Quién se va a dar cuenta?”
Párese en una esquina de cualquier avenida. Preste atención: verá que una proporción importante de automovilistas va manejando mientras habla por el teléfono celular.
“Está todo bien”, dirán esos automovilistas antes de estrellarse y causar la tragedia nuestra de 20 muertos al día en accidentes de tránsito.
Una moda: los pibes tienen motitos ahora. Esas motitos de baja cilindrada. Claro, van de a tres arriba de las motitos: los tres sin casco.
3x1.
“No pasa naaaada”, dirán los pibes, que si sobreviven a su estupidez, serán los conductores con celular del mañana, los dueños de los edificios en falta, o los pilotos que se desconcentran durante un despegue.
Pareciera que vivimos generando pequeños lapas cotidianos, futuros cromañones, próximos infortunios.
Vivimos sembrando tragedias.
¿Por qué el asombro, el estupor, cuando luego cosechamos las desgracias?




miércoles, 6 de febrero de 2008

Pobre país de idiotas en cuatro ruedas



En 2007 se produjeron en el país 544.647 automóviles, un record histórico. Al mismo tiempo, se vendieron unos 564.000 0km, otra marca en la materia. A esto hay que sumarle el millón 200 mil usados que cambiaron de mano durante el año pasado.
Los autos motorizan al país.
La industria automotriz impulsa el dinamismo fabril y el consumo: mientras la actividad manufacturera local creció un 7,5 en 2007, la fabricación de autos trepó un 25,4%.
Los fabricantes son aún optimistas y creen que para 2008 se superarán los 600.000 vehículos armados en el país. El parque automotor no para de crecer y ya debe haber superado los 8 millones de vehículos.
En otros términos: cada vez hay más y más autos en las calles.
Y habrá cada vez más y más.
Las consecuencias no son muy difíciles de predecir: habrá cada vez más embotellamientos, más accidentes, más heridos.
Y más muertos.
La ciudad se formatea para los autos, no para las personas. Basta con ir al centro cualquier día en una hora pico: cada día se hace más difícil salir de allí.
Los autos se han adueñado de las calles, y de algún modo, de nosotros mismos.
Porque pareciera que los argentinos sólo desean tener su auto. O dicho de otro modo: el objetivo central del argentino medio es tener un auto.
Según una encuesta de TNS Gallup, el auto es el objeto que más desean los hombres argentinos. (Clarín, 24-06-07) Muchos de los automovilistas tratan a sus vehículos como si fueran parte de su familia. O incluso, mejor que a su familia. Un 23% de ellos declara un “sentimiento de cariño” por su cochecito. Un 77% dice que el cuidado de su rodado es “bastante” o “muy importante”.
¡Mi querido autito!
Esta claro que para el argentino medio, el auto es más que una cosa con cuatro ruedas: es un objeto de prestigio, poder y reputación. El auto es para el argentino medio esa máquina que sirve para vanagloriarse delante de los vecinos, amigos y parientes.
Porque pareciera que hay una estúpida escala de status: el que tiene auto se cree mejor que el que no lo tiene. Y el que tiene un auto mejor se cree mejor que el que tiene un auto no tan bueno.
En la película Juan que reía, Luis Brandoni es un empleado que quiere ascender en su empresa. Entonces se compra un Citroen 3CV. Todo es felicidad en su mundillo mediocre hasta el día en que le afanan su cochecito: su vida se derrumba estrepitosamente.
-¡Y todo por ese asado de mierda!-, grita el personaje de Brandoni cuando constata que le han robado su querido Citroen por haber ido a un asado al que no quería ir.
“El argentino medio no puede vivir sin su auto, es parte de su ser”, es el mensaje filosófico de Juan que reía.
Basta para que el argentino tenga un poco de pelusa en el bolsillo, para que inmediatamente corra a comprarse su querido autito, y deje de lado otras prioridades, como por caso una vivienda. Esto explica el boom de la venta y producción de autos. Según la misma encuesta de Gallup, tres de cada cuatro argentinos desea cambiar su auto.
Cuando no lo tienen, quieren tenerlo. Cuando lo tienen, sueñan con uno mejor.
Porque al argentino medio podés tocarle el culo o insultarle a la vieja: pero ni se te ocurra rasparle al auto. Basta recordar el caso de aquel tipo al que le rozaron un espejito en un peaje: se bajó, discutió y mató de un tiro al joven conductor del otro coche.
Subido a su autito, el argentino se siente un pequeño dios: se siente Fangio, Schumacher y el Flaco Traverso juntos. Esa omnipotencia del argentino estúpido subido a su autito es lo que causa la mayoría de los 20 muertos al día en accidentes de tránsito.
El argentino medio, subido a su autito, siente que nunca le va a pasar nada.
Porque, claro, los que manejan mal son los demás, no yo. Nueve de cada diez varones creen que conducen bien. Por supuesto: los que no se ponen el cinturón de seguridad o los que van hablando con el celular mientras manejan son los otros, no yo.
Cualquier idiota, subido a su auto, se cree Gardel en este país de opas. Como una prolongación del pene, los vivos argentinos creen que la tienen más larga por tener cuatro ruedas de morondanga.
Pobre país de inmaduros.
Porque pocas cosas como el deseo de tener un auto han causado más daño a este país. Mientras el menemato corrupto regalaba el estado, los argentinos consentían la estafa con su voto, a cambio de poder conseguir su autito.
Los argentinos, con tal de tener su estúpido auto, son capaces de arruinar el país.
Pobre país de idiotas en cuatro ruedas.
Recuerdo que por aquel entonces –año 1993 o 1994-, discutí con un amigo por este tema. Él me decía que iba a votar al lector de Sócrates. Yo le argumenté que eso sería una estupidez, que el menemato estaba regalando el país, que la convertibilidad era un espejismo y que todo iba a terminar mal. Él me miró con cara de vivo y me dijo:
-Puede que tengas razón... pero yo tengo que pagar el auto en cuotas...
Ese día comprendí que este es un pobre país de idiotas en cuatro ruedas.