jueves, 20 de diciembre de 2007

El pelotudo mes de diciembre


Cuando llega el mes de diciembre, mi ánimo se empieza a turbar pronto. Es que como pocos, este mes deja al desnudo toda la pelotudez del llamado ser argentino. Digo pelotudez porque es esta la palabra que corresponde idiomáticamente al caso.

Digámoslo sin rodeos ni eufemismos: odio a este país en diciembre.

Odio esa sensación de que todo empieza a ir deprisa por culpa de las benditas Fiestas, y que por consiguiente, vale todo.

Odio a las Fiestas.

Al apuro de las compras en los shoppings.

A los que creen que entonces se puede ir de contramano o estacionar el auto en cualquier lado o hacer lo que le dá la real y grandísima gana.

Pareciera que, de pronto, la habitual falta de respeto por el otro se vuelve permanente, constante, insoportable, a donde uno vaya.

Odio, por caso, a la pirotecnia de fin de año.

Detesto a los pendejos que me tiran cuetes todo el día, a cualquier hora y en la ventana de mi casa.

A los grandotes pelotudos que también tiran cuetes como si fueran pendejos pelotudos.

A los que fabrican y a los que venden cuetes.

Al sufrimiento que les producen los cuetes a los perros.

A las notas de TV desde el hospital, que muestran a los pelotudos que se quemaron el culo o los ojos por tirar cuetes.

Me exasperan los cuetes.

Los embotellamientos.

Los shoppings.

El absurdo dogma de la Inmaculada Concepción.

La mentira del nacimiento de Jesús un 25 de diciembre.

El arbolito de Navidad.

La hipocresía de los falsos saludos de las Fiestas.

Me rebelan Papá Noel y todos sus renos, que vienen vestidos para invernar en el Polo, cuando acá padecemos 42 grados a la sombra.

Me repugna el día después de las Fiestas, ese silencio misterioso, ese olor a pólvora, a borracho y a basura recalentada por el calor.

Odio a este país en diciembre.

Odio a la Navidad.

Y por sobre todas las cosas, odio al vitel toné.




jueves, 13 de diciembre de 2007

¿Es esto la democracia?


Leo: el Congreso se reunió con una misteriosa rapidez y sancionó una ley que pretendía el Gobierno. Qué bien. A veces, en una sola y larga sesión, nuestro Parlamento puede aprobar una infinidad de normas, claro, que el Ejecutivo le pide. Es importante destacar, no obstante, que el resto del año, muchos diputados y senadores brillan por su ausencia en el recinto.

¿Es esto la democracia?

Ajá.

Me dicen que este sistema se denomina “democracia representativa”: el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes, me argumentan con la Constitución en la mano.

A mí me suena más a un punterismo parlamentario que hace lo que le dicta el Gobierno de turno. De “representar” al pueblo, bien gracias.

(No me olvido, verbigracia, el caso de aquel congresista al que se le mandó un avión para que pueda, con su manito alzada, sancionar una ley con premura)

¿Democracia?

Leo: se conocieron los personajes que financiaron la última campaña electoral para Jefe de Gobierno porteño. Alguno de ellos recibió incluso un cargo (y a nadie se la ha movido un pelo por esto) Otros, vaya uno a saber qué clase de “compensación” obtendrán por su aporte a la causa. Según Poder Ciudadano, la brecha entre el candidato que más recibió y el candidato que menos recibió en campaña alcanzó las ciento cincuenta (150) veces. ¡Ciento cincuenta!

¿Es esto la democracia?

Ajá.

Me dicen que la financiación de las campañas está regulada, y que –en definitiva-, en muchos países también funciona así.

A mí me suena más al gobierno de los que más tienen, al gobierno de Don Dinero: billetera compra votos.

¿Es esto la democracia?






domingo, 2 de diciembre de 2007

Antipapa


Dios no existe.

El Infierno no existe.

El Purgatorio, tampoco.

Las religiones han sido claramente la principal causa de masacres y tragedias a lo largo de la historia.

Jesús era comunista.

Y encima, Marx tenía razón.




jueves, 29 de noviembre de 2007

El más grande de todos


Se masturbaba en público, para horror de los señores decentes; dormía en un tonel, o en una caverna; defendía el canibalismo y el incesto; denostaba a los dioses paganos; comía una dieta a base de cebollas y vivía con los perros, como un perro más.

Fue el primer anarquista: el Gran Perro Transgresor.

El hombre que se salió de la sociedad por voluntad propia y la desafió, desde afuera, solo contra el mundo.

El más grande de todos: Diógenes.

No nos ha llegado casi nada de lo que pudiera haber escrito. Sólo sus anécdotas e insólitas invectivas, legadas básicamente por Diógenes Laercio, historiador del siglo III.

Nacido en Sínope hacia el 413 AdC, Diógenes llevó al extremo la doctrina cínica de Antístenes: el desprecio por las convenciones sociales y el rechazo a las posesiones mundanas. Un ascetismo militante y provocador, resumido en la autarquía (gobierno de uno mismo).

Diógenes vivía con lo puesto y desdeñaba lo superfluo o innecesario. Un buen día, mientras bebía agua de un río con un cuenco de madera, vio que un niño tomaba con sus manos desnudas. Desechando al cuenco, dijo:

-Un chico me gana en simplicidad...

Para burlarse de sus conciudadanos, iba a plena luz del día con una lámpara, en busca de un hombre honesto que nunca encontraría.

Hacía befa de Platón, quien lo definió como "un Sócrates que se ha vuelto loco".

Una vez fue capturado y ofrecido como esclavo. Cuando el patrón le preguntó qué sabía hacer, contestó:

-¡Mandar! Véndeme entonces a alguien que necesite un amo...

Sus posiciones radicales le ganaron el odio y el respeto de los ciudadanos, e incluso, de los poderosos.

Cuenta la más conocida anécdota (posiblemente apócrifa) que una tarde, el mismísimo Alejandro Magno vino a visitarle, enterado de su fama. ¡Cuánto daría por poder ver el encuentro entre esos dos hombres tan diametralmente opuestos! Uno: Alejandro, joven, altivo, arrogante conquistador del mundo. El otro: un viejo harapiento que sólo podía conquistarse a sí mismo.

Parece que Alejandro se presentó con una sonrisa y exclamó:

-¿En qué puedo serte útil? ¡Pídeme lo que quieras!

Diógenes lo miró por el rabillo del ojo con un desprecio que resumía todo el desprecio del mundo. Y entonces le contestó:

-Si, te voy a pedir algo... Que te corras del sol, porque me lo estás tapando...

La sonrisa se le borró a Alejandro: aquello era un desaire monumental, un desaire al hombre más poderoso del mundo.

Dos matones de Alejandro se adelantaron para dar escarmiento al viejo filósofo: hubiera bastado un chasquido de un dedo del macedonio, para que Diógenes pasara a mejor vida en un instante. Pero Alejandro contuvo a sus hombres. Recuperando la sonrisa y haciendo una reverencia, el conquistador dijo:

-Así se hará.

Y dio media vuelta y se fue.

Cuentan que al marcharse, Alejandro dijo a los suyos por lo bajo: "Si no fuera Alejandro, querría ser Diógenes..."

A eso llamo yo ser el más grande de todos.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Pobre, la gente


A menudo oigo la siguiente afirmación: ante un conflicto –un paro de subtes, por ejemplo-, se dice y se repite: la gente no tiene nada que ver.

O bien, “qué culpa tiene la gente”.

(Nótese que el concepto “la gente” ha reemplazado a “el pueblo”, como ha advertido José Pablo Feinmann. “El pueblo” está cargado de ideología. “La gente”, en cambio, es más light, como todo hoy)

Entonces se repite: la gente no tiene nada que ver.

¿No tiene nada que ver, la gente?

Hay paro de subtes: la gente se queda de a pie. ¿Qué culpa tenemos nosotros?, repite la gente ante las cámaras de TV.

Los trenes andan que son un desastre. La gente viaja como sardinas enlatadas. ¿Qué culpa tenemos nosotros, la gente, de que los trenes no anden como es debido?

Aumenta la delincuencia a niveles insoportables. “Que alguien haga algo”, dice la gente, que –obviamente- no tiene nada que ver con el mencionado aumento de la delincuencia.

Pobre, la gente.

La gente nunca tiene nada que ver con lo malo que ocurre en el país.

¿No tiene nada que ver, la gente?

¿No es la gente, esta que ahora protesta, la misma que votó las privatizaciones de los subtes y de los trenes? ¿Por qué, entonces, la gente no tiene nada que ver con los conflictos en esos servicios?

Pobre, la gente.

Las desgracias, en nuestro país, ocurren por generación espontánea.

Yo, argentino.

Pobre, la gente.

Los gobernantes llegaron al poder caídos desde el espacio intersideral, no fueron votados por “la gente”, la cómoda gente que quería tener el autito en cuotas.

Algo habrán hecho.

El aumento de la delincuencia no es producto de un plan económico nefasto consentido por “la gente”.

No. Todo es un plan macabro del FMI, o de los marcianos.

Por algo será.

La culpa de todo lo malo siempre la tienen los demás, nunca la gente.

No te metás.

La gente no votó -¡hasta tres veces!-, a un tipo que dijo haber leído las obras de Sócrates.

No. Ni las novelas de Borges, tampoco.

“La gente” no tiene los gobernantes que se merece, tiene los gobernantes que se le parecen, decía Malraux.

Yo no lo voté.

Pobre, la gente.




jueves, 15 de noviembre de 2007

La culpa de la pobreza la tienen los ricos


En un país que tiene para abastecer a toda su población, la sola existencia de ricos no implica que haya pobres. Como ocurre en los países nórdicos, por caso, puede haber ciudadanos con altísimos ingresos y, al mismo tiempo, una población general alejada de la pobreza.

Pero si un país tiene para abastecer a toda su población, y además tiene pobres, es NECESARIAMENTE porque tiene ricos.

En un país así, la existencia de pobres es una consecuencia directa de la existencia de ricos, porque estos últimos se quedan con más ingreso del que les corresponde.

En otras palabras: la culpa de la pobreza la tienen los ricos.

Ahora bien, ¿cómo hacer para que los pobres obtengan más ingreso? Hay dos formas elementales. Una de ellas es aumentando todo lo que produce ese país, de modo que ricos y pobres incrementen su ingreso en términos absolutos. La otra manera es más complicada: consiste, sin otro rodeo, en sacarle a los que tienen más.

En la mayoría de los casos, los que tienen más no desean perder ingreso. La naturaleza humana es dual: podemos ser altruistas o egoístas. Cuando una persona lleva mucho tiempo disfrutando de privilegios, es bastante razonable que no quiera perderlos. Los ricos, en su egoísmo natural, llegan a creer que tienen derecho a conservar sus prerrogativas. Y entonces se produce una obvia tensión: unos –los ricos-, tienden a retener ingreso y aún a aumentarlo, y en este afán son capaces de usar la coerción y la violencia; los otros –los pobres-, intentan captar ingreso quitándoselo a los ricos, y esto puede incluir también un modo violento.

Esto es lo que ha estado ocurriendo en la humanidad desde el surgimiento del estado, hace unos 5 mil años, y sigue ocurriendo hasta el día de hoy.

En la actualidad, sólo un tercio de la población mundial vive como corresponde a un nivel de vida digno. Los otros dos tercios viven por debajo de la línea de la pobreza: visto en su totalidad, LA TIERRA ES UN PLANETA SUBDESARROLLADO.

Dicho de otro modo: el verdadero problema, el único problema del mundo, ES EL SUBDESARROLLO. Todo lo demás es apenas un mero detalle.




jueves, 8 de noviembre de 2007

El simulacro K


Alguna vez dije que el kirchnerismo me parecía una suerte de simulacro de desmantelar el menemismo.

Me miraron como se mira a un loco escapado del manicomio.

(Me suele ocurrir)

No obstante, vengo meditando en el tema desde hace tiempo. Y ahora que se produce el recambio marital, creo oportuno rearmar el concepto.

Dije: simulacro de desmantelar el menemismo.

Miren.

Menem privatizaba; Kirchner re-estatiza. M indultaba a los milicos; K baja el cuadrito de Videla del Colegio Militar. M endeudaba al país para sostener el espejismo de la convertibilidad; K le paga al Fondo para que el Fondo no moleste.

A ver si se entiende: de algún modo, K es la fase siguiente de M, como su complemento, su contraparte. K viene a restañar todas las heridas causadas por M durante la nefasta década de los 90.

K legitimó su poder bombardeando a M.

En otros términos: K y M son como dos caras de una misma moneda para que, en definitiva, nada cambie realmente.

Al oponerse a M, K pone de su lado a todos los que se oponían al emir ladrón. Ahí están las Madres y Abuelas, junto a K en los actos. También están los pobres idiotas que creen que K es “un zurdito”. Son muchos los que han caído en esta trampa.

Pero yo no me como el paquete.

“El kirchnerismo es menemismo con Derechos Humanos”, oí por ahí. ¿Lo dijo algún pensador o filósofo? ¿Lo dijo José Pablo Feinmann? No, lo dijo Diego Capusotto.

Todo dicho.

Porque, ¿no era K el mismo que aceptó la privatización de YPF? ¿No era el mismo que recibió gustoso los 500 palos verdes por las regalías que correspondían a Santa Cruz? ¿Y el zurdaje? ¿No era K –y su señora esposa-, el que se reunía con M en pomposos actos y decía que era “el mejor presidente de la historia”?

No creo en los Saulos de Tarso.

Resumiendo: K no ha cambiado nada, sólo ha mitigado los efectos del modelo neoliberal sin que se afecte realmente los intereses de las clases dominantes. K (y en un primer momento Duhalde) no son sino la fase siguiente del modelo, sólo que ahora se requiere una cara keynesiana, una cara distributiva, una cara de derechos humanos.

Porque, saben muchachos, es muy fácil hoy bajar el cuadrito de Videla. Lo difícil es bajar el cuadrito de Martínez de Hoz.




jueves, 1 de noviembre de 2007

Preferiría tener pelo


El gracejo popular sostiene que la Naturaleza “es sabia". Es una frase a menudo usada para justificar que se desconoce la causa de algún fenómeno. Como no se comprende el porqué, se dice "la Naturaleza es sabia", y se acabó el entuerto. Así, si llueve o deja de llover, si nos engripamos o nos resfriamos, no faltará el que diga "por algo será, la Naturaleza es sabia..."

­Minga...!

Porque no siempre la Naturaleza es sabia. De otra forma no se explica por qué a los hombres se nos cae el pelo lastimosamente, mientras que en otras partes de nuestro cuerpo el pelo crece sin ningún tipo de tapujo o pudor. La pregunta del millón es: ¿Por qué nos quedamos pelados? ¿Por Dios, por qué...?

Los antropólogos sostienen que nuestros antepasados homínidos estaban totalmente recubiertos de pelos, al igual que los chimpancés, nuestros parientes más cercanos. En un determinado punto de la evolución -tal vez como respuesta a medio-ambientes más cálidos-, comenzamos a perder el pelo corporal, del que sólo conservamos hoy un leve vello superficial. Quedan, claro, vestigios de mayor densidad: la cabeza -exceptuando a los pelados-, la barba -salvo la mayoría de las mujeres-, las axilas y las partes pundonorosas.

Nadie sabe por qué el pelo de los hombres empieza a caerse en un determinado momento de nuestras pobres existencias. La alopecía genética -básicamente masculina-, no puede detenerse porque está programada en nuestro ADN, como ser alto o de ojos celestes. Ningún sabio ha comprendido hasta el momento la utilidad de esta "adaptación", excepto la de hacernos una malasangre terrible o la de alimentar a los fabricantes de bisoñés o pelucas.

¿Por qué carajo se nos cae el pelo? ¿Por qué -mientras mi cabeza se va quedando calva-, me salen pelos por otros lados? He tenido que acostumbrarme, por caso, a rasurame el interior de la nariz o los pabellones auriculares. Me salen pelos extraños en las cejas y en la espalda, ¡¡¡pero nunca en la cabeza!!!

El escritor Eduardo Galeano sostiene que si el pelo fuese verdaderamente importante, CRECERIA DEL LADO DE ADENTRO DE LA CABEZA. Esas son argucias de un intelectual que se ha quedado pelado. En nuestras sociedades consumistas y superficiales, EL PELO ES MÁS IMPORTANTE QUE EL CEREBRO. Al fin y al cabo, ¿para qué sirve tener sesera e intelecto? PARA HACERSE MALASANGRE CON EL GOBIERNO.

Yo preferiría tener pelo.

jueves, 25 de octubre de 2007

El Principio de Incertidumbre en la política


A menudo oigo la siguiente afirmación: “Los políticos te piden el voto, pero cuando llegan al poder, se olvidan de la gente”.

Es una opinión que en muchos casos puede compartirse, pero que no deja de ser muy ingenua.

Me explico: los políticos no trabajan para “la gente”, estimados amigos. Lo que llamamos “democracia” no es otra cosa que una mascarada que oculta el verdadero poder.

Es simple: si un político accede al control del estado, es porque no va a trabajar para “la gente”. Y si un político está dispuesto a trabajar para la gente, ENTONCES NO LLEGA AL PODER.

“Trabajar para la gente” implicaría –necesaria, indefectiblemente-, AFECTAR LOS INTERESES DE LOS QUE TIENEN MÁS. Y los que tienen más no desean esto. De allí la sucesión de golpes de estado, fraudes patrióticos, proscripciones o golpes de estado económicos que tapizan toda nuestra historia reciente.

Esto es lo que yo llamo Principio de Incertidumbre de la Política: si un político llega al poder, no cambiará nada. Y si pretende cambiar algo, no llega al poder.

En palabras de Eduardo Galeano: “Si el voto sirviera para algo, estaría prohibido”. Invirtiendo los términos: “Cuando el voto está permitido, ES PORQUE NO SIRVE PARA NADA”.

Los señores que tienen el poder han logrado un sistema de dominación casi perfecto: mantienen o amplían sus privilegios aún dentro del marco formal de la “democracia”.

Felicitaciones.




jueves, 18 de octubre de 2007

El pobre etnocentrismo del doctor Watson


Sorpresa e indignación fue lo primero que sentí al oir las palabras del prestigioso James Watson, premio Nobel y co-descubridor de la estructura del ADN. Muy suelto de cuerpo, Watson aseguró que la inteligencia de los blancos “es superior” a la de los negros, y que es menester admitirlo, al fin y al cabo.

¡Caramba!

Según la visión racista de Watson, cualquiera que haya tenido empleados negros puede dar cuenta de su inferioridad (!?). Es más, agrega Watson: la genética hallará la “evidencia” de su hipótesis en...unos diez años.

Qué tul, abedul!

Duele pensar que semejante barbaridad lombrosiana provenga de la boca de alguien que ha hecho tanto por la ciencia y el conocimiento del hombre. Y en particular, por una disciplina –la genética-, que ha demostrado, justamente, que todos los seres humanos –cualquiera sea su raza o etnia- pertenecemos a una misma especie, el homo sapiens sapiens; que todos los habitantes del mundo descendemos de un grupo de humanos que abandonó África, hace unos 200 mil años, para cruzar a Asia y expandirse por el orbe; y que, en definitiva, las diferencias de color o raza no son más que adaptaciones geográficas de un mismo ser: nosotros, los seres humanos.

La absurda tesis del doctor Watson confunde las consecuencias con las causas. Ignora por completo la influencia social y la cultura en la conducta humana. Y como muchos fascistas que andan hablando pelotudeces, pretende encontrar en la genética las respuestas que convaliden la injusticia.

Ignoramos que clase de empleados negros ha tenido el doctor Watson. Es muy probable que muchos de ellos sean “menos inteligentes” que sus amos blancos (suponiendo siempre que la inteligencia pudiera medirse): pero no será porque son negros, SINO PORQUE SON POBRES. Porque desde niños han carecido de las mismas oportunidades que sus pares blancos.

El doctor Watson afirma que de nada servirá la ayuda social que Europa brinda a África hasta que no se admita su insólita hipótesis. Acaso ignora que las poblaciones negras de África han sido sometidas durantes siglos por los inteligentes europeos. Han sido condenados por más de 400 años a la explotación y la miseria, gracias a los fusiles de los blancos. Y lo mismo puede extenderse a millones de personas de Asia y América.

Quiero concluir este ofuscado opúsculo con un ejemplo, a modo de refutación de la hipótesis del doctor Watson.

En 1999, Unicef elaboró un informe con niños de 5 años, que habitaban en barrios pobres del Conurbano bonaerense y el Gran Rosario. Los resultados fueron asombrosos y aterradores: el 40% de esos chicos tenía un retraso mental, ligero en la mayoría de los casos, pero retraso al fin.

Los nenes estudiados no tenían un nivel cognitivo considerado como “normal” para esa edad. No distinguían los colores y tenían dificultades de aprendizaje. Las razones de ese atraso no son muy difíciles de comprender: son la subalimentación (la carencia de proteínas y vitaminas propia de una dieta de gente pobre) y la falta de estímulos culturales adecuados.

En síntesis: la causa de ese retraso mental no es otra que el subdesarrollo.

No los genes.

Buenas tardes.

martes, 9 de octubre de 2007

Che


Hay una lucha.

Hay una traición.

Hay un pueblo –el mismo pueblo que viene a ser liberado-, que entrega.

Hay una oscura aprensión.

Hay un interrogatorio.

Hay unas palabras escupidas.

Hay alguien que se lava las manos.

Hay una injusta sentencia.

Hay unos soldados que castigan.

Hay un calvario de dolor y sangre.

Hay unos verdugos.

Hay unas palabras finales.

Hay una muerte.

Hay una mujer que llora.

Hay unos soldados que se reparten sus bienes.

Hay un cuerpo inerte.

Hay alguien que pretende exhibir el cuerpo inerte, como un trofeo.

Hay una causa perdida.

Hay un héroe muerto.

Hay un mártir.

Sólo te faltó la cruz.






viernes, 28 de septiembre de 2007

Pibes chorros




Son pibes.

Roban.

Tienen entre 8 y 15 años.

Se drogan con pegamento y roban.

Nacieron durante el emirato ladrón.

Causalidad, no casualidad.

Roban.

Son cachorros del subdesarrollo.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Maratón: la batalla que cambió el curso de la historia

Ocurrió un día como hoy, pero hace 2.497 años*.

Fue una batalla, si, pero fue más que una batalla: fue la batalla que cambió el curso de la historia.

En una llanura cercana a la aldea de Maratón, el 13 de setiembre del 490 adC, los griegos vencieron a los persas y cambiaron el destino de todos nosotros.

Si, de todos nosotros.

Lo que hubiera ocurrido si los persas hubieran derrotado a los atenienses, aquel caluroso día, es algo que no lo sabremos nunca.

EL HUBIERA NO EXISTE. (La frase, creo, pertenece a Sartre)

Es, en todo caso, dominio de la “historia contrafáctica”. O de las ucronías.

Lo cierto es que Milcíades y unos 10 mil atenienses vencieron a un ejército invasor que los duplicaba en número. Los vencieron porque los griegos luchaban por su libertad y por su patria. Luchaban por una visión del mundo que, dos mil años después, nosotros heredamos.

Piénsese por un instante: TODO lo que nosotros –los que pertenecemos a aquello que llamamos “Occidente”-, hacemos y pensamos, lo hacemos porque existieron los griegos.

TODO, amigos.

Piénsenlo: el arte, la política, la filosofía.

La ciencia.

Prácticamente todo.

Toda nuestra cosmovisión está fatalmente influenciada por la Grecia clásica. Nosotros, aquí en Argentina, hablamos un idioma, una lengua romance derivada del latín, con influencia del griego. Muchas de las palabras que emitimos son de origen griego.

De algún modo, SOMOS TODOS GRIEGOS.

Es simple: si Milcíades y los suyos no decidían un ataque rápido, aquel día caluroso, la balanza de los acontecimientos se hubiese inclinado muy probablemente para los invasores, superiores en número. La batalla de Maratón les otorgó a los griegos conciencia de su propia fuerza, y les dio tiempo para rearmarse contra una nueva invasión, que llegaría diez años después. Y por sobre todas las cosas, les dio la oportunidad de desarrollar su vida cultural.

Sigamos jugando al “¿qué hubiera ocurrido?”.

Los persas –desacostumbrados a perder batallas-, habían prometido escarmentar a Atenas por su apoyo a la sublevación jónica. Es más: prometieron arrasar con la ciudad, matar a todos los niños y violar a todas las mujeres.

¿Algo más?

Por aquel entonces, Pericles era sólo un chico de 5 o 10 años. Si los persas hubieran vencido en Maratón y hubieran cumplido con su amenaza, Pericles y toda su generación hubiese muerto anticipadamente.

El “Siglo de Oro de Pericles” no hubiera existido.

Toda la cultura de la Grecia Clásica -el arte, la filosofía, la política, la ciencia-, HUBIESE MUERTO, EMBRIONARIA, ANTES DE NACER.

¡Gloria a los héroes de Maratón!



*Al menos una teoría sugiere que la batalla pudo llevarse a cabo un día antes (12 de setiembre) o un mes antes (12 de agosto). Sea como fuere, no cambia la esencia de la situación.





jueves, 30 de agosto de 2007

Cualquiera es un ladrón


Pareciera que la condición fundamental para acceder a los medios –y por ende, a cierta forma del éxito-, es NO TENER TALENTO. Es curioso. Da la impresión de que más importante es tener cierta desenvoltura y cierta desfachatez que poseer alguna cuota de rigurosidad o intelecto.

Personajes ignotos –cuyo mérito artístico es igual a cero-, copan las tapas de las revistas y monopolizan las conversaciones del ciudadano común.

Con asombro, uno observa cómo mujerzuelas de cuarta o mundanos imbéciles publican libros o editan discos, mientras que autores o intérpretes dignos de publicación, nunca alcanzan ese logro en toda su vida artística.

Cualquiera hace cualquier cosa, ha de ser el lema de nuestros días, y todo parece válido en pos de ese objetivo.

Cualquiera hace cualquier cosa.

Cualquiera es un ladrón.

Y lo peor de todo es que todos esos libros o discos son adquiridos por millones, cerrando el círculo de la mediocridad que nos aqueja.

Uno ve perplejo esos “cantantes” -cuyo oído medio ha de estar compuesto por un toscano apagado-, que “cantan” y venden discos. Para cantar pareciera que es menester SER HIJO DE ALGUIEN, o simplemente, desafinar bien. Algunos de estos "cantantes" son tan desafinados que cuando se desmayan -en vez de volver en Si-, vuelven en LA SOSTENIDO.






jueves, 23 de agosto de 2007

Incomprendido


Hace algunos años, un millonario japonés pagó mas de 80 millones de dólares por "Retrato del doctor Gachet", un cuadro pintado por Vincent van Gogh en 1890. Se sabe, sin embargo, que Van Gogh NO VENDIO UN SOLO PUTO CUADRO EN SU PERRA VIDA, excepto uno que le compró su hermano Theo. Se sabe, también, que Vincent llegó incluso hasta extremos de miseria y enfermedad para poder continuar con su obra artística. Que llegó a la locura -pasó una temporada en un hospicio-, y que, finalmente, cometió suicidio. ¡Y ni eso le salió bien! Murió a los pocos días de haberse pegado un tiro.

En otros términos: A Van Gogh, ni el tiro del final le fue a salir.

Años después, su genio incomprendido fue descubierto casi por azar: un señor tenía arrumbados muchos de sus cuadros en un sótano, y un buen día, decidió sacarlos de allí. Las obras, de pronto, comenzaron a valorizarse hasta llegar a ser hoy las más caras y requeridas del mundo. ¿A qué viene, entonces, todo este introito?
A que la vida de Van Gogh -una vida de fracaso en fracaso-, es tomada a menudo como modelo del ARTISTA INCOMPRENDIDO, DEL GENIO DESPRECIADO POR SUS CONTEMPORANEOS, envidiosos de su talento. O simples ignorantes. De este modo, muchos artistas -no sólo pintores-, piensan que, como le sucedió a Vincent, su genialidad no es del todo comprendida. "Así -dicen estos autores-, mi obra será valorizada sólo después de mi muerte y nunca hoy: sólo la posteridad hará la justicia que me merezco..."

Por eso, señores, ignoren hoy mis obras. Arrúmbenlas en un sótano gris y oscuro. Tal vez sus hijos se vuelvan millonarios con mi genialidad incomprendida.
De nada.

viernes, 17 de agosto de 2007

San Martín (o esa estúpida costumbre argentina del miniturismo)


Ignoro si San Martín hubiese visto con aprecio que el día de su muerte se convirtiese con el tiempo en un feriado. Es de suponer que le hubiese parecido un reconocimiento inmerecido, conociendo su altiva modestia, su inveterada abnegación espartana.

-¡Nada de feriados! ¡Hay que trabajar! –acaso hubiera dicho o pensado.

Ahora bien. ¿Qué hubiera pensado San Martín -ese soldado ilustrado, ese héroe muy a su pesar-, si hubiese sabido que su feriado –que cae este año un viernes-, se corrió para el lunes para que la clase media alta haga miniturismo?

Tal vez pensara que hacía indirectamente un bien a la economía del país.

-Si es en beneficio de la Patria, que sea un lunes... –quizá hubiera dicho.

Mmmm... Me quedan mis dudas. Ustedes qué piensan?




miércoles, 15 de agosto de 2007

¿Por qué a las escuelas se les caen los techos?


Un día nos desayunamos con que a las escuelas se les caen los techos. O que no tienen gas. O que no están en condiciones de albergar a sus alumnos. Y uno se pregunta por qué, como los chicos cuando no entienden algo (los chicos, digo, tienen esa sana costumbre, la de preguntar por qué)

¿Por qué a las escuelas se les caen los techos? La respuesta no parece muy difícil, amigos: porque el estado responsable de esas escuelas –sea el estado nacional, el provincial o el municipal-, no invirtió el suficiente dinero para que a esas escuelas no se les caigan los techos. ¿Verdad que no es muy difícil de entenderlo? Y esta “desinversión” ocurre desde hace cinco, diez, quince, treinta años. Acaso más. De modo que no veo la sorpresa ante esta lamentable situación.

Pero sigo preguntando por qué, como hacen los chicos cuando no entienden algo. ¿Por qué el estado no invirtió en las infraestructuras de las escuelas?

Bien, aquí tenemos varias posibilidades. La primera es muy elemental: porque quienes manejaron el estado durante muchos años, aseguraban que el estado no debía gastar, que debía “achicarse el gasto público” para que el país finalmente alcanzase la prosperidad. Entonces, estos señores no destinaron dinero a la infraestructura de las escuelas, porque de eso se ocuparía el mercado, o Dios, la Virgen Desatanudos.

Y entonces, a las escuelas, finalmente, se les cayeron los techos.

Otra respuesta posible a la pregunta de por qué el estado no invirtió en los techos de las escuelas es porque, precisamente, el estado carece de ese dinero.

Ahora bien: si esto es cierto, ¿qué pasó con el dinero que el estado debería haber gastado en los techos de las escuelas? ¿Por qué no está donde debería estar ese dichoso dinero?

Es una pregunta clave: si ese dinero no está donde debiera estar es porque fue destinado a otro fin o porque nunca ingresó a las arcas del estado.

Que el estado destina dinero a otros fines, eso es más que obvio, como lo hemos visto recientemente con el pago de casi 10 mil millones de dólares al FMI. (A propósito: ¿usted pagaría una deuda cuyo origen es cuanto menos dudoso?)

Otros dinerillos del estado, claro, vuelan a manos anónimas, en la llamada corrupción. La corrupción es como las cucarachas: por cada una que vemos, hay ochenta que no vemos.

Entonces, ya tenemos el panorama un poco más claro: el dinero que corresponde a los techos de las escuelas se pierde en gastos inútiles o en la corrupción. Pero hay una cosa más: parte de ese dinero no se recauda. ¿Cómo? ¿Por qué no se recauda?

La respuesta es vital: porque el sistema tributario argentino está sostenido por impuestos al consumo y no por impuestos a la renta. Los impuestos al consumo los pagamos todos por igual, ricos y pobres. Los impuestos a la renta son pagados por los que tienen más.

En los países llamados desarrollados (vg., los países nórdicos), los ricos pagan altísimos impuestos a la renta. En esas naciones, el sistema tributario está basado en impuestos a los ricos, y en menor medida, en impuestos al consumo.

Exactamente al revés que nosotros.

En otros términos: en los países desarrollados, los ricos no pagan altos impuestos porque viven en países desarrollados. Esos países son desarrollados porque los ricos pagan altos impuestos. En esos países, a las escuelas no se les caen los techos porque el estado recauda el dinero de los ricos y los destina a los techos de las escuelas.

Ups, ¿vieron que no era tan difícil de entender?

Finalmente, llegamos a la respuesta de nuestro primer porqué: en nuestro país, a las escuelas se les caen los techos porque los ricos no pagan impuestos.

A las escuelas se les caen los techos –y podríamos extender el caso a los insumos de los hospitales, a los baches de las calles, a la atención de los ancianos y un largo pero larguísimo etcétera-, digo, a las escuelas se les caen los techos porque el estado no recauda como debe y no gasta como debe. No recauda porque los ricos –que son cada vez más ricos- no pagan sus impuestos como debieran. Y lo que el estado recauda –mal-, lo gasta mal.

Esta es la razón, finalmente, por la que a las escuelas se les caen los techos.

Buenas tardes.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Catarsis


Los griegos tenían al teatro. Yo tengo a mi blog. Digo, por aquello de la catarsis.

Y les grito, a los siguientes seres:

A todos los que votaron a la Rata de Anillaco, hasta tres veces.

A todos los que se compraban la licuadora en cuotas.

A todos los que, no contentos con haber votado a la Rata de Anillaco, votaron después a Macri.

A todos los que no pueden estar sin su puto celular.

A todos los que hablan por celular mientras manejan.

A todos los peronistas, los radicales y demás mierdas políticas.

A todos los que hacen la TV basura.

A todos los que ven TV basura.

A todos los que se pasan hablando de la TV basura.

A todos los acomodados, mediocres y perros que ocupan un lugar que no merecen.

A todos los cantantes desafinados.

A todos los fachos que dicen que con los militares no había crimen.

A todos los sindicalistas que traicionaron a los trabajadores.

A todos los de la Rural, que son los que más ganan y más tienen, y encima lloran.

A todos los del Gobierno que se la pasan retocando el índice de precios.

A todos los que arreglan todo con un diego.

A todos los que meten la mano en la lata del Estado, y de ese modo, les quitan el dinero a las escuelas, los hospitales y los viejos.

A todos los hijos de puta que hay en este país, que son muchos.

A todos les digo (y voy a seguir aumentando esta lista)

¡¡¡VÁYANSE TODOS A LA CONCHA DE SU MADRE!!!






miércoles, 1 de agosto de 2007

Radiografía del argentino garca


Si algo caracteriza al ethos del argentino garca es su inveterada habilidad para deslindar responsabilidades, para deshacerse de los errores.

“¿Yo que tengo que ver?”.

El argentino garca nunca tiene la culpa de nada de lo malo que ocurre en el país: la culpa siempre la tiene el otro, el vecino, los políticos, el Fondo Monetario Internacional o el clima.

Es que el argentino garca es incapaz de relacionar sucesos aparentemente inconexos, pero fuertemente vinculados. El argentino garca no comprende que el hecho de haber votado a determinado candidato haya provocado, por caso, que a las escuelas se les caigan los techos o que los hospitales carezcan de insumos o que los pibes chorros le afanen el auto.

“¿Y qué carajo tiene que ver una cosa con la otra?”, dice el muy pelotudo.

El argentino garca siempre ve la foto, nunca la película. Para él, con Menem estábamos mejor porque podíamos viajar a Miami. No comprende que hoy estamos así de mal porque entonces creíamos estar bien.

“Con los milicos no había robos”, exclama el imbécil.

El argentino garca siempre cree que a él nunca le va a pasar nada malo de lo que ocurre en el país. Hasta que, claro, le pasa. Entonces el argentino garca es el primero en protestar airadamente.

“¡Qué barbaridad, esto se tiene que acabar!”

Para el argentino garca, cualquier recurso de protesta es válido cuando se trata de defender sus mancillados derechos. Entonces, por ejemplo, es lícito cortar las calles si los bancos se han quedado con mi dinero.

Ahora claro, cuando son los otros los que me cortan la calle, el reclamo ya no es válido. Para el argentino garca, el único reclamo que admite cualquier recurso de protesta es el suyo, y sólo el suyo.

Sucede que al argentino garca le importa un carajo lo que le ocurra al vecino o a los demás. Poco le interesan la crisis energética, las inundaciones o el crimen, SIEMPRE Y CUANDO NO LO AFECTEN A ÉL.

Pero el argentino garca no entiende –porque es esencialmente un pelotudo egoísta-, que él mismo contribuye silenciosamente con esas catástrofes.

El argentino garca tira la latita de gaseosa por la ventanilla de su autito. No le importa una mierda dónde cae la consabida latita. Pero cuando las miles de latitas –arrojadas por otros miles de pelotudos como él-, tapan los sumideros, y las lluvias causan luego una inundación, el argentino garca exclama: “¡Qué barbaridad!”

“¡Alguien tiene que hacer algo!”

En cuanto se instaura una norma, el argentino garca ya está allí presto para violarla.

“Cocodrilo que se duerme es cartera”.

El argentino garca maneja su autito mientras, con la otra mano, habla por celular alegremente, aunque esto esté expresamente prohibido. Al argentino garca le importan tres carajos la ley y las normas. Según una encuesta, 9 de cada 10 boludos al volante creen que manejan bien, y que –obvio-, son los demás los que conducen como el culo. ¿Quiénes son –entonces-, los que provocan 20 muertes al día en accidentes de tránsito?

“¡Este Gobierno de mierda!”

El argentino garca suele echarle la culpa de todo a las autoridades de turno (tengan o no la culpa) como si los gobernantes fueran marcianos caídos del espacio. Es que el argentino garca no reconoce que esos gobiernos son una consecuencia de su propio voto: el argentino garca produce gobiernos garcas. Y como el perro que persigue su propia cola, los gobiernos garcas terminan garcandonos a todos, incluidos los pelotudos que los encumbraron en el poder.

Buenas tardes.