miércoles, 27 de junio de 2007

Ganó el Proceso





Cuando el país estalló en diciembre de 2001, se abrió una línea de posibles acontecimientos que podía afectar los intereses de las clases dominantes.

Recordemos un poco aquello ocurrido.

La caída de la convertibilidad y el gobierno de De la Rúa dejaron un cuerpo social acéfalo, que podía desembocar en cualquier consecuencia.

Las clases medias cortaban las calles en reclamo de sus ahorros, entrampados en el corralito. Los más pobres -víctimas de esa misma convertibilidad que los dejó sin empleo y en la miseria-, cortaban los puentes y las rutas: se habían transformado en los temidos piqueteros. (Recuerdo que una tarde de diciembre de aquel año, se corrió el rumor de que una horda de negros de mierda venía saqueándolo todo por la avenida Corrientes. Era mentira, pero quedaba bien en claro algo: el pánico que los ricos le tienen a esa invasión de extraños, los pobres)

El país era una olla a presión que emitía violentos chorros de vapor para no volar en pedazos.

Se clamaba “¡que se vayan todos”!, fruto del hartazgo de los políticos “tradicionales”. No faltó el grito “¡piquete y cacerola, la lucha es una sola!”, obra de la circunstancial coincidencia de intereses de pobres y clase media.

Sigamos repasando.

El trueque se transformaba en una alternativa para paliar la falta de trabajo, y se empezaba a hablar de economías cooperativas, o cosas por el estilo. Se armaban asambleas populares en los barrios y en las plazas, se recordaba a la democracia directa y al ágora ateniense. No faltó quien comparara esas reuniones con los soviets de Lenin.

Los ricos, en tanto, seguían inquietos.

Tras aquellos cinco absurdos presidentes por un día, llegó Duhalde para hacer la inevitable devaluación. Se convocó a elecciones para marzo de 2002, pero como Luis Zamora era un posible vencedor –¡un trotskista!-, los comicios se postergaron para cuando el peronismo pudiese ganarlos: la democracia, amigos, sólo funciona cuando puede ganar un candidato que no perturbe al establishment.

Poco a poco, las clases dominantes fueron –válga la redundancia-, dominando la situación: empezaron a desviar a su favor a la posible línea de acontecimientos “subversiva”.

El asesinato de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán empezó a inclinar la balanza a favor de los poderosos. La “Masacre de Avellaneda”, como se la conoce desde entonces, fue un claro mensaje a la clase media: “Déjense de joder con esto del cacerolazo y los soviets, que esto es lo que les va a pasar si siguen así”

Y las clases medias se asustaron al ver por TV los cadáveres de los piqueteros brutalmente asesinados: es el fin del cacerolazo y del “piquete y cacerola”.

Finalmente, los piqueteros empezaron a ser vistos como esos negros de mierda que me cortan el paso cuando voy con mi autito.

El rebote de la economía y los buenos precios internacionales de las materias primas hicieron el resto: la devaluación y el 3-1 del dólar generaron un pequeño proceso de “sustitución de importaciones” que regeneró parte del empleo y la recaudación, y que dura hasta hoy.

En las elecciones –como era de esperar-, ganó una de las variantes del peronismo, Kirchner, quien desde entonces juega a ser progresista y de izquierda, y baja los cuadritos de Videla más no los de Martínez de Hoz.

Las clases dominantes, satisfechas. Sus intereses, intactos. Los bancos, recuperados, “ayudados” por el estado. Las clases medias, conformes y viendo a Tinelli. Los pobres, acostumbrados y viendo a Tinelli. Los piqueteros, disgregados, discriminados o convertidos en payasos de Tinelli.

Y el círculo de los acontecimientos “subversivos” abierto en diciembre de 2001 se cerró este domingo, con el triunfo de Macri en las elecciones porteñas. Los mismos porteños -los del cacerolazo, los del “¡que se vayan todos”!-, votaron a un candidato de derecha, una línea evolutiva de aquella burguesía prebendaria que vivía del dinero del estado durante la dictadura.

El círculo se cerró.

Ganaron los ricos una vez más. Ganaron en “democracia”. Ganó Macri, ganó Menem, ganó la burguesía parasitaria. Ganó el Proceso militar. De un modo torcido y paradójico, ganó el almirante Massera, ese asesino. Massera tenía un proyecto loco: quería una transición del Proceso hacia una democracia regulada. Y quería ganar las elecciones. Quería ser como Perón. Tendrá que conformarse con Macri.

miércoles, 20 de junio de 2007

Belgrano, ese loser














Belgrano era escasamente lo que se dice argentino. Porque fue abogado, funcionario público y militar, y aún así murió en la extrema pobreza.

Una verdadera rareza.

Dicen que le entregó un reloj a su médico cuando –ya mortalmente enfermo-, cayó en la cuenta de que no tenía dinero para pagarle los honorarios.

Olvidado y oscuro –sólo un diario reflejó la triste noticia-, murió justo el día en el que tres “gobernadores” se disputaban el poder, el 20 de junio de 1820.

Su muerte, acaso, simboliza la muerte de la Revolución de Mayo.

De modo que no se qué es lo que festejamos hoy.

Belgrano, ese hombre honesto que fue calumniado y enjuiciado por los gobiernos de turno. Que cedió los premios por sus victorias militares para hacer escuelas.

Belgrano, un gil que no afanaba en el país de los vivos y los cuervos.

Belgrano, un loser total.

Hoy nosotros lo honramos moviendo la fecha de su muerte. Todo para hacer miniturismo.

¿Por qué Belgrano, ese honesto, es un prócer en este país corrupto?

¡Ay, Patria mía...!








miércoles, 13 de junio de 2007

El país de los retrasados mentales


A juzgar por los últimos resultados electorales o el auge de ciertos programas televisivos berretas –que no obstante, alcanzan audiencias inéditas-, uno estaría tentado de pensar que los habitantes de este país tienen algún problema en la azotea. Que son –digamos-, un poco... retrasados mentales.

Se trata –desde luego-, de una generalización peligrosa que no estoy dispuesto a hacer.

No, claro que no.

Sin embargo, si uno mira el asunto con más detenimiento, verá que la realidad no está muy lejos de esa audaz aseveración: a veces, este país parece un país de tarados mentales.

Verán a lo que me refiero con este ejemplo muy simple.

En 1999, UNICEF elaboró un informe con niños de cinco años pertenecientes a barrios pobres del conurbano bonaerense y el Gran Rosario. Los resultados de ese estudio fueron aterradores. Más del 40 por ciento de esos niños estaba por debajo de las capacidades cognitivas consideradas “normales” para esa edad. En otros términos: que eran un poco retrasados -leves en muchos casos-, pero retrasados al fin.

Los chicos analizados no tenían desarrolladas ciertas habilidades, no reconocían los colores o eran incapaces de tomar un lápiz y dibujar. ¿Cuál será la causa de semejante desarreglo? No es muy difícil de responder, amigos: la desnutrición –la carencia de vitaminas y proteínas-, la falta de estímulos adecuados, la pobreza.

En síntesis: el subdesarrollo.

A los cinco años, esos niños ya no estaban en condiciones de “competir” con niños de su misma edad, pero de estratos económicos superiores. Cuando esos chicos crezcan y vayan a la escuela -¡y este informe era de 1999!-, la cosa no va a arreglarse: esos niños van a desertar tempranamente del sistema educativo, van a caer en el trabajo infantil, en la droga o en el delito. Y luego, en las cárceles o la muerte violenta. Es un círculo vicioso llamado subdesarrollo: los pobres producen pobres, y luego más pobres.

Podemos ver en las calles -o en la tele-, a esos pibes de 10 o 12 o 15 años, desdentados, con un vocabulario exiguo, incapaces de coordinar una sola frase coherente, que fuman o se dan con el paco, y finalmente, que salen a robar o a matar.

Si se los estudia, muchos de ellos serían considerados retrasados mentales. Pero no son retrasados al estilo de Forrest Gump: los han retrasado, los han condenado a la estupidez y a la ignorancia.

De más está aclarar cuán importante es para ciertos sectores de la sociedad, que una parte de la población no pueda pensar: nada mejor para los ricos que los pobres carezcan de capacidad crítica.

Los retrasados mentales son “útiles” para la estabilidad del subdesarrollo, ya sea por carencias alimentarias o por estupidización vía TV.

¿Ya ven que no era muy osada la afirmación que encabezaba este texto?

viernes, 8 de junio de 2007

Las ovejitas y el lobo














Bueno.
Nada.
Resulta que las ovejas decidieron votar.
Y votaron.
Ante tanta inseguridad, necesitaban alguien que las protegiese.
Si.
Entonces, las ovejas votaron.
Y votaron al lobo.
Y eligieron a lobo para que las protegiese.
El lobo, emocionado por su elección, dijo que comenzaba una nueva era en el rebaño, que todo iba a cambiar y que nada les sucedería de ahora en más a las ovejitas.
Las ovejitas lo aplaudieron, emocionadas también.
Por la noche, claro, el lobo se comía alguna ovejita, mientras que de día aseguraba que protegía el rebaño.
Las ovejas empezaron a sospechar de algo malo.
Descubrieron que faltaban algunas ovejitas del rebaño.
Sospecharon, porque las ovejitas a veces sospechan.
Y echaron al lobo de su cargo.
Entonces las ovejas decidieron votar para ver quién las protegería de ahora en más.
Y eligieron al lobo.