jueves, 26 de julio de 2007

Vindicación de la injusticia


El objetivo de este breve texto es muy sencillo: demostrar que la INJUSTICIA SOCIAL es mucho más conveniente y estimulante que su absurda contraparte, la JUSTICIA SOCIAL.

Piénsese por un instante en esta situación: ¿qué pasaría si todos los pobres pudiesen consumir del mismo modo que los ricos, si pudiesen comer caviar, manejar un Porsche 911 o jugar al golf con Bill Gates?

SERIA UNA SOCIEDAD MUY ABURRIDA.

Una sociedad de contrastes es mucho más razonable, pues así se valorizan ciertas cosas o hechos, como el refinamiento o un buen automóvil. Si los pobres consumiesen como los ricos, ¿a quién le interesaría manejar una Ferrari? NO SERIA YA UN SIGNO DE DISTINCION: cualquier villero manejaría su Testarrossa, muy orondo, por Villa Lugano o Burzaco.

TODOS SERIAMOS VANAMENTE IGUALES.

En otros términos: los pobres DEBEN SER POBRES PARA QUE LOS RICOS SEAN RICOS. Si los pobres se tornasen ricos, ¿a quién se le enrostrarían los bienes suntuarios? ¿Ante quién habrían de pavonearse los potentados?

LOS RICOS SON RICOS PRECISAMENTE PORQUE EXISTEN LOS POBRES.

Si los pobres se volviesen ricos, se aburguesarían, se achancharían y no habría ya movilidad social: SERIAMOS UNA SOCIEDAD ESTUPIDAMENTE IGUALITARIA. Es menester que haya pobres para que haya ricos, y viceversa. Los pobres deben ser pobres para que los ricos se asuman como tales, y viceversa.

Nuestros últimos gobiernos han pensado largamente en todo esto. Por ello, intentaron e intentan denodadadamente que día a día los ricos SEAN MAS Y MAS RICOS, y los pobres SEAN MAS Y MAS POBRES, haciendo a nuestra sociedad mucho más interesante que las insulsas sociedades justas, como Suecia. ¡Y DESPUES DICEN QUE EL GOBIERNO NO SE PREOCUPA POR TODOS NOSOTROS...!






jueves, 12 de julio de 2007

El país fallado



Me contaron una anécdota. Una persona se hizo habitué de un restaurante chino, un lugar donde se comía muy bien. De tanto ir a almorzar, conoció a la dueña, una señora china. Hablando, un día la mujer le confesó que en dos o tres meses se iba del país y levantaba el restaurante. El hombre, apenado, le preguntó por qué. Y la china –con ese castellano elemental que aprenden los chinos-, le contestó, en una síntesis brutal:

-País fallado.

País fallado. País fallido. El país de los vivos. De los que se la pasan haciéndolo fallar, pero se quejan luego cuando falla.

El país en el que, tarde o temprano, todo se hace por izquierda. Donde ganan siempre los mismos. El país donde triunfa la mediocridad y la mierda es la norma.

País fallado.

Y lo peor es que no tiene devolución.

viernes, 6 de julio de 2007

La Democracia, esa ilusión


Se suele confundir a menudo a la democracia -esto es, el "gobierno del pueblo"-, con el simple "mecanismo formal" de las elecciones.

Porque sucede que no son exactamente lo mismo.

Que haya elecciones formales no implica que en un determinado país impere necesariamente una democracia.

Ahora bien: ¿puede realmente afirmarse que el pueblo "gobierna" cuando vota?

Veamos qué opinan los que saben.

Para Noam Chomsky, la democracia se limita a que el ciudadano “aparezca esporádicamente para elegir un miembro de la clase dominante que lo represente, y luego se vaya a su casa a ver televisión...” En otras palabras: QUE NO INCIDA REALMENTE EN EL PODER.

Erich Fromm lo expresa de otro modo: según su visión, las democracias occidentales fueron reduciéndose a simples "plebiscitos", en los que el individuo “puede expresar preferencia por una de las dos listas de políticos profesionales, y lo máximo que puede decirse es que se lo gobierna con su consentimiento...”

Y gracias.

Pero Chomsky y Fromm hablaban de la democracia en el Primer Mundo. ¿Qué sucede en Latinoamérica?

Refiriéndose a la inveterada inestabilidad institucional que afectó al continente durante todo el siglo XX, Eduardo Galeano escribió: “En nuestros países(...) la democracia formal tendría continuidad si se pudiera garantizar que no escapara al control de los dueños del poder...”

Dicho de otro modo: en Latinoamérica sólo hay democracia cuando puede ganar un candidato puesto por el establishment o uno que no lo perturbe demasiado. Cuando un candidato puede molestar al poder, se acaba la democracia y aparece el golpe de estado o el fraude patriótico.

Es lo que yo llamo Principio de Incertidumbre del Subdesarrollo: si un candidato sube al poder, es porque no va a cambiar nada, aunque lo haya prometido. Y si puede cambiar algo, no sube al poder.

Citando nuevamente a Galeano: “Si el voto sirviera para algo, estaría prohibido”.

Si sube, no cambia. Y si puede cambiar, no sube.

¿Recuerdan a las postergadas elecciones previstas para marzo de 2002, cuando el país ardía en los cacerolazos, los piquetes y las asambleas populares? ¿Qué sucedió? No hubo elecciones, por la sencilla razón de que podía ganar... ¡Luis Zamora!

José Saramago es aún mucho más virulento. Para el escritor portugués, el discurso democrático es “el más hipócrita” que se puede concebir. Porque, ¿quiénes manejan en verdad el poder? “Es muy claro -dice Saramago-, que quienes gobiernan al mundo no se someten a la elección popular. Yo no elijo a los gerentes de las transnacionales, esas cien personas que nos gobiernan...”

Sin embargo -se dirá-, al fin y al cabo la gente ELIGE a los candidatos. ¿Es realmente así? Marvin Harris nos dice que “la selección real de los candidatos políticos y la financiación y conducción de las campañas electorales están controladas por grupos de interés especiales más que por el ‘pueblo’..."

La "democracia" es en verdad un hábil ilusionismo en el que nos hacen elegir lo que YA ESTA PREVIAMENTE ELEGIDO POR LOS LOBBIES CORRESPONDIENTES. Es como el mago que nos hace seleccionar la carta que conviene a sus trucos, haciéndonos creer que la hemos elegido al azar o por voluntad propia.

Por eso, Arthur Miller hizo alguna vez una propuesta ingeniosa. “Privaticemos el Congreso...-dijo, cáustico-. Dejemos que cada diputado, cada senador represente abiertamente y reciba su salario del grupo de interés que desea comprar su voto. Entonces, sin excusas, tendremos el mejor sistema representativo que el dinero puede comprar...”

Sea como fuere -se argumentará-, aun así la "democracia" –esto es, el simple “mecanismo formal de las elecciones”-, es "el menos malo" de todos los gobiernos: una democracia débil es siempre mejor que la mejor de las dictaduras.

Cuando era un "subversivo marxista", Fernando Henrique Cardoso escribió: “Sin reformas efectivas del sistema productivo y de las formas de distribución y apropiación de riquezas, no habrá Constitución ni estado de derecho capaces de eliminar el olor a farsa de la política democrática...”

La FARSA, en definitiva, es siempre mejor que una dictadura. Pero una DEMOCRACIA FUERTE, JUSTA, EQUITATIVA ES SIEMPRE MEJOR QUE UNA FARSA.

Buenas tardes.