jueves, 22 de noviembre de 2007

Pobre, la gente


A menudo oigo la siguiente afirmación: ante un conflicto –un paro de subtes, por ejemplo-, se dice y se repite: la gente no tiene nada que ver.

O bien, “qué culpa tiene la gente”.

(Nótese que el concepto “la gente” ha reemplazado a “el pueblo”, como ha advertido José Pablo Feinmann. “El pueblo” está cargado de ideología. “La gente”, en cambio, es más light, como todo hoy)

Entonces se repite: la gente no tiene nada que ver.

¿No tiene nada que ver, la gente?

Hay paro de subtes: la gente se queda de a pie. ¿Qué culpa tenemos nosotros?, repite la gente ante las cámaras de TV.

Los trenes andan que son un desastre. La gente viaja como sardinas enlatadas. ¿Qué culpa tenemos nosotros, la gente, de que los trenes no anden como es debido?

Aumenta la delincuencia a niveles insoportables. “Que alguien haga algo”, dice la gente, que –obviamente- no tiene nada que ver con el mencionado aumento de la delincuencia.

Pobre, la gente.

La gente nunca tiene nada que ver con lo malo que ocurre en el país.

¿No tiene nada que ver, la gente?

¿No es la gente, esta que ahora protesta, la misma que votó las privatizaciones de los subtes y de los trenes? ¿Por qué, entonces, la gente no tiene nada que ver con los conflictos en esos servicios?

Pobre, la gente.

Las desgracias, en nuestro país, ocurren por generación espontánea.

Yo, argentino.

Pobre, la gente.

Los gobernantes llegaron al poder caídos desde el espacio intersideral, no fueron votados por “la gente”, la cómoda gente que quería tener el autito en cuotas.

Algo habrán hecho.

El aumento de la delincuencia no es producto de un plan económico nefasto consentido por “la gente”.

No. Todo es un plan macabro del FMI, o de los marcianos.

Por algo será.

La culpa de todo lo malo siempre la tienen los demás, nunca la gente.

No te metás.

La gente no votó -¡hasta tres veces!-, a un tipo que dijo haber leído las obras de Sócrates.

No. Ni las novelas de Borges, tampoco.

“La gente” no tiene los gobernantes que se merece, tiene los gobernantes que se le parecen, decía Malraux.

Yo no lo voté.

Pobre, la gente.




1 comentario:

Daniel Mercado dijo...

Un tanto duro tu artículo, pero me siento identificado con lo que dices en varios aspectos.
Ese deslindarnos responsabilidades y culpar de todo lo malo a otros, a "algo", es de las costumbres más insanas en latinoamérica.
Pero el tema "la gente", "el pueblo", o "la ciudadanía", tienen un componente que descuidamos, pueden ser objeto de manipulación por Estado o Empresas, en función a sus intereses. Cabría recuperar la democracia que supere lo contable (quién tiene mayoría) para que la gente podamos decir nuestra opinión y que se gobierne no en nombre nuestro sino a favor nuestro, de nuestros derechos.