miércoles, 11 de marzo de 2009

El pavoroso éxito del menemato








Las clases dominantes que se hicieron del poder tras el golpe de estado económico de 1989 tenían unos claros y concretos objetivos.

El principal era, ni más ni menos, que completar y/o ampliar el modelo económico iniciado por la dictadura en 1976.

Concentrar el ingreso mediante el desmantelamiento del estado era el paso número uno, mecanismo fundamental para perpetuar la estructura social del subdesarrollo. Luego, el mememato corrupto culminó el resto de los planes: la apertura económica, la desregulación financiera, la destrucción de la industria local, la precarización laboral, el endeudamiento externo.

Éxito completo.

Hoy, a diez años del fin del menemato, florecen todas las mierdas sembradas entonces: el aumento de la delincuencia, el patético y lamentable estado de la salud y la educación, la concentración del poder en nuevos y poderosos grupos económicos.

Y toda una generación subeducada y estupidizada, garantía para anular la capacidad crítica de la población y perpetuar así la injusticia que beneficia a unos pocos.

El daño que el menemato ha causado en el tejido social de nuestro país costará décadas en ser reparado, más allá de la “recuperación” de la economía en los últimos años.

No obstante, el país es hoy mucho más injusto que hace treinta años, sigue habiendo una cantidad importante de pobres e indigentes –asimilados ya como parte “natural” del paisaje urbano-, y a las escuelas se les caen los techos.

Lo lograron: las clases dominantes han mantenido incólume su poder, y hasta lo han ampliado impunemente, aún dentro de los marcos formales de la “democracia”.

El pavoroso éxito del menemato nos acompañará por mucho tiempo. Lástima que su éxito sea nuestro fracaso.