sábado, 18 de mayo de 2013

El perro y la rabia


Murió Videla.
El dictador Videla.
Murió, acaso, un símbolo del pasado más atroz de este país.
El dictador Videla murió, en efecto, y en una cárcel.
Enjuiciado.
Sentenciado.
Murió, en definitiva, donde debía estar.
Y con él, quizá, se fue una parte de ese pasado ominoso.
Y ya está.
Muerto el perro se acabó la rabia.
¿Se acabó la rabia?
Porque el perro murió y la rabia sigue.
Porque Videla hizo su trabajo sucio.
Y luego ya no importó.
Es fácil patear a un perro muerto.
Porque Videla y sus secuaces trabajaron para un poder que continúa más que vigente.
Videla y sus militares ganaron la “guerra sucia”.
Pero más tarde no fueron “reconocidos”.
Porque Videla creía -de veras, sinceramente-, ser un héroe.
Eso es lo terrible.
Videla se creía un soldado espartano que cumplió con su deber.
Un salvador que nos librara de la subversión marxista, ese fantasma que crearon las clases dominantes como coartada para preservar sus intereses económicos.
Y entonces Videla y sus secuaces (como el también fallecido Martínez de Hoz) implantaron un país que todavía padecemos.
Crearon un monstruo que todavía pagamos.
Ese pasado no murió con Videla.
Sigue impune en algunos rostros poderosos de hoy.


1 comentario:

Stuchi dijo...

Videla ganó la guerra, pero no nos pudo exterminar. Ese monstruo que creó se va a morir. Nosotros lo vamos a matar.