jueves, 5 de febrero de 2009

Los precios, esos dioses inextricables


“Los precios son inflexibles a la baja”, suelen decir los economistas cuando pretenden explicar por qué los precios suben ante cualquier causa, pero nunca jamás bajan cuando esa misma causa desaparece o se revierte.

Así, si aumenta el petróleo, aumentan los combustibles. Lógico. Si aumenta el dólar, aumentan los precios atados a esa moneda. Elemental.

Ahora cuando el petróleo baja, misteriosamente, los combustibles no bajan. El dólar se derrumba, pero los precios, contrariamente, suben sin cesar.

Parece un comportamiento irracional.

Pero no lo es.

En la Argentina, este extraño fenómeno suele ser demasiado habitual. Si no es el dólar la excusa para el aumento de los precios, es la lluvia. Si no es el clima de Madagascar, es un terremoto en Tasmania.

Sea como fuere, en la Argentina los precios siempre suben. Encontrar episodios en los que los precios bajen es como hallar una pepita de oro en el Riachuelo.

Una de las ficciones más habituales de la teoría económica neoliberal es hacernos creer que los precios obedecen a leyes “naturales” (las muy recordadas “oferta y demanda”), leyes inexorables que no pueden torcerse por el destino humano. Los precios son, así, seres caprichosos que hacen lo que les viene en gana y suben por sus propios medios cuando se encolerizan.

Son dioses inextricables.

Pero si miramos mejor el funcionamiento de la economía, comprenderemos que los precios no son otra cosa que la resultante de una estructura de poder: los precios no son caprichos sino que obedecen al arbitrio de unos pocos pero poderosos jugadores del mercado (los menos recordados “formadores de precios”)

En otros términos: en condiciones normales del mercado, cuando un precio aumenta, alguien gana. O, en el mejor de los casos, alguien traslada sus pérdidas al resto de la sociedad.

En un artículo periodístico (Clarín, 5-2-2009) se demuestra cómo los precios de un mismo medicamento varían de modo asombroso si se vende en Argentina o en Francia o España. En nuestro país –que todavía padece los efectos de la desregulación del emirato corrupto-, los márgenes de ganancia son tan altos, que el precio de un mismo remedio puede estar diez veces más caro.

Nadie obliga a revisar la estructura de costos de los “formadores de precios”. Si esto se hiciese, los precios deberían derrumbarse.

Pero eso nunca pasa.




3 comentarios:

aristideseljusto dijo...

Todo sube.

Daniel Mercado dijo...

Los precios contradicen la ley de la gravedad. Tus observaciones son muy certeras, pero me hallo incapaz de comentarlas por mi supina ignorancia de economía.

CUCHITA dijo...

es que los precios se inflan con helio, jejeje