Alguna vez el
Padre Brown –aquel inusual detective
imaginado por Chesterton-, resolvía un misterio a partir de las pisadas que oyó a la noche en el techo de su habitación. En el piso superior se cometió un
delito, y sólo el Padre Brown pudo resolverlo al prestar atención a los ruidos
que perturbaron su descanso.
Pero yo no soy
el Padre Brown –ni Chesterton-, y estoy decididamente harto de los ruidos de
mis vecinos de arriba. Golpes, pisadas, corridas de muebles a deshoras, toda su
molesta actividad atenta contra mi descanso y calma.
Efectivamente,
el crimen se va a cometer en el piso superior a mi departamento, cuando hastiado
agarre una Itaka y transforme a Chesterton en una película de Sam Peckinpah.
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