Había una vez un país cuya población tenía la curiosa costumbre de escupir para arriba.
Era un hábito divertido y jocoso.
Escupir para arriba.
Casi todos lo hacían.
Y se reían.
Pum para arriba, les decían desde la tele.
Y todos escupían y se reían.
Es muy divertido escupir para arriba.
Es más: los gobernantes de aquel país aseguraban que escupir para arriba les iba a permitir entrar al Primer Mundo.
Y a la modernidad.
Y a tener un autito 0km.
Y así iban por la vida, entonces, los habitantes de aquel país: escupiendo para arriba.
Divertidos.
Y con su autito 0km.
Pum para arriba.
Pero hete aquí que –y siempre hay un pero hete aquí que en los cuentos-, las cosas cambiaron. Un señor llamado Newton se adelantó y dijo: “Todo lo que sube, baja. Esto va a terminar mal”.
Nadie lo escuchó.
Y todos siguieron escupiendo para arriba.
Y un buen día, los escupitajos de la gente de aquel país comenzaron a caer.
Y caían en la cara de la gente.
Plaf.
Pum para abajo.
Ya no era gracioso.
Qué asco.
Esto no es el Primer Mundo, dijeron.
Qué vergüenza.
Y los escupitajos caían.
Que alguien haga algo, gritaba la gente de aquel país.
Y los escupitajos siguen cayendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario