El 85 por
ciento del cerebro de una persona se desarrolla en los primeros 5 años de vida,
me dice un comercial de una leche infantil. Y una beba divina (Sol, de 2 años) nos
demuestra las virtudes de recibir estímulos cognitivos a tan temprana edad.
-¡Amarilloooo…!
–dice Sol, que ya reconoce los colores con total facilidad.
Reitero: el 85 por ciento del cerebro de una
persona se desarrolla en los primeros 5 años de vida.
El 85 por
ciento.
Y entonces,
por default, uno se pregunta qué pasa con los chicos que no tienen la suerte de
Sol. Qué pasa con el cerebro de los chicos que no reciben el alimento ni el
estímulo cognitivo adecuado durante esos
primeros y vitales 5 años de vida.
La respuesta
no es muy difícil de deducir: pues no desarrollarán todas sus capacidades
mentales ni psíquicas.
Sus cerebros
no funcionarán al ciento por ciento.
Serán chicos
por debajo de la inteligencia media.
Serán niños
subalimentados, adultos subnormales, países subdesarrollados.
Entonces, en
una cadena causal de acontecimientos, esos chicos subalimentados tendrán
problemas en la escuela, serán repetidores, burros,
abandonarán la primaria, o con suerte, la secundaria. Según cifras oficiales, el
40 por ciento de los alumnos no termina la educación media.
Fuera del
sistema educativo, caerán pronto en el mercado informal de trabajo, que
los explotará sin piedad. Y cuando alcancen la adolescencia, sufrirán la tentación
de desviarse de todos los caminos éticos y morales. Unos se hundirán en la
droga y en la mala vida. (En la
Argentina , casi un millón de chicos de entre 16 y 24 años no
estudia ni trabaja, según datos oficiales)
Y otros -acaso
un porcentaje bajo de ellos, pero significativo-, se inclinará al delito, un
delito con rabia, con bronca. Y entonces saldrán a robar. Y saldrán de caño a matar. Y morirán bajo bala, o
con mucha suerte terminarán presos.
Terminarán en
el sistema penal, que sólo encarcela a los pobres y reproduce la pobreza y el
delito. “La Ley
fue hecha para ser aplicada contra aquellos a quienes su miseria les impide el
respetarla”, dijera Bertolt Brecht.
Y entonces se
hablará de la “inseguridad”, del aumento del delito urbano. Se plantearán “soluciones”
al problema, se pondrán rejas, guardias, armas, perros. Indignados ciudadanos que votaron la destrucción del Estado
hablarán de aumentar las penas, de bajar la edad de imputación a los menores.
Se pondrá el
carro delante de los caballos.
Pero nadie
dirá que la inseguridad no nace de la ausencia de las leyes o de su presunta
debilidad. Esto es como creer que el
dolor de cabeza es producto de la falta de aspirinas.
La inseguridad
no nace en las leyes, amigos: nace en la alimentación de los niños.
3 comentarios:
Este posteo es extraordinario, Darío. Pienso mucho en estas cosas últimamente. Pero vos no te limitaste a pensar y escribiste lo que llamo una declaración de principio. Eso estamos viviendo en nuestro país. Los campeones de la lucha contra la inseguridad hacen lo necesario para crear delincuentes. Es fácil hacerlo. No incluirlos, no educarlos, no darles empleo, marginarlos. Luego los asesinan, como decís, a pura bala. Y el círculo vicioso no se termina nunca para alegría de los periodistas de Radio 10 y, también, para los lectores de libro Gente Tóxica. La idea de culpar del dolor de cabeza a la falta de aspirinas es sencillamente brillante.
Luis
Perdón por los errores, debí escribir declaración de principios, debí escribir lectores del libro, etéctera. Pero bueno. Lo que importa es la intención.
L.
Hola, Luis! Gracias por tus palabras, son muy valoradas!
En efecto, es un circulo vicioso que beneficia siempre a los mismos: subalimentación, subeducación, subdesarrollo.
Abrazo!!
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