miércoles, 27 de febrero de 2008

Sembrando tragedias



Está todo bien”, decía el piloto del vuelo de LAPA instantes antes de estrellarse en la Costanera, en 1999, y de causar la muerte de 65 personas.
“Está todo bien”, repetía, mientras sonaba una alarma que decía que estaba todo mal.
Todo un símbolo.
Ahora nos enteramos de que en la Ciudad hay decenas de edificios cargados con mercaderías, pero que carecen de habilitación para funcionar como depósito. Nos enteramos porque uno de estos edificios se incendió en el Once, aunque por uno de esos milagritos que nos asisten, nadie tuvo el privilegio de morirse.
“Está todo bien”, dirán los dueños de esos edificios, mientras acumulan mercaderías en los pasillos, en los sótanos o en cualquier lado.
“No pasa naaada”.
“¿Quién se va a dar cuenta?”
Párese en una esquina de cualquier avenida. Preste atención: verá que una proporción importante de automovilistas va manejando mientras habla por el teléfono celular.
“Está todo bien”, dirán esos automovilistas antes de estrellarse y causar la tragedia nuestra de 20 muertos al día en accidentes de tránsito.
Una moda: los pibes tienen motitos ahora. Esas motitos de baja cilindrada. Claro, van de a tres arriba de las motitos: los tres sin casco.
3x1.
“No pasa naaaada”, dirán los pibes, que si sobreviven a su estupidez, serán los conductores con celular del mañana, los dueños de los edificios en falta, o los pilotos que se desconcentran durante un despegue.
Pareciera que vivimos generando pequeños lapas cotidianos, futuros cromañones, próximos infortunios.
Vivimos sembrando tragedias.
¿Por qué el asombro, el estupor, cuando luego cosechamos las desgracias?




2 comentarios:

aristideseljusto dijo...

Catástrofes... esa era la palabra que me faltaba...

Anónimo dijo...

¡Pufff!
Y naturales.
Saludos.

Fede