Casi desde su invención, el tren ha sido sinónimo del progreso. Allí donde avanzaba el tren, allí avanzaba “la civilización”. No faltaron, allá por los albores del siglo XIX, quienes saboteaban el tendido de las vías, como una suerte de luditas anti-progreso.
En otras palabras: sabotear al tren era entonces sabotear a la “modernidad”.
En nuestro país, el tren creció con el modelo agro-exportador. Los ingleses vinieron y tendieron sus vías –que confluían desde las provincias hacia el puerto de Buenos Aires-, para llevarse nuestro trigo a ultramar. Todavía hoy, cerca de mi casa, en las vías del ex ferrocarril San Martín, hay un puente de hierro con un cartel que dice “Compañía Británica de Construcciones”.
Cuando Perón nacionalizó los trenes –que según se dice, los ingleses “se querían sacar de encima”-, se lo mostró como un acto de “soberanía nacional”.
Después llegó el emirato ladrón –de origen peronista-, y levantó las vías gracias al tristemente célebre “ramal que para, ramal que cierra”: cientos de pueblos del interior “desaparecieron” al desaparecer el tren que les había dado sentido.
Hoy, otro gobierno peronista planea la construcción de un “tren bala”. Iría de Buenos Aires a Córdoba y Rosario, a una velocidad de 300 kilómetros por hora. Su costo: 3.900 millones de dólares, un dinero que alcanzaría para arreglar el patético sistema ferroviario actual, por el que miles de usuarios viajan como ganado al matadero.
La presidenta Kirchner aseguró que la compra “llave en mano” del tren –de tecnología francesa-, será “un salto a la modernidad”.
¿Es esto avanzar hacia el desarrollo?
Un país avanza hacia el desarrollo cuando eleva el nivel de vida su población mediante un fuerte gasto en educación, salud y ciencia; cuando invierte en gasto social gracias a una recaudación aportada por un sistema tributario progresivo; cuando vincula fuertemente el sistema educativo-científico-tecnológico al aparato productivo, y genera valor agregado a su producción a través de la innovación tecnológica. Y luego de todo eso, cuando sus ingenieros y técnicos diseñan, construyen y tienden un tren bala de fabricación nacional.
Esto es un “salto a la modernidad”.
Difícilmente un país salte a la modernidad si padece un sistema tributario regresivo; o un aparato productivo que produce bienes de bajo valor agregado; o un sistema educativo-científico-tecnológico paupérrimo. Difícilmente un país salte a la modernidad comprando un tren bala diseñado por técnicos de otros países, mientras su sistema ferroviario se viene abajo.
Esto no es un “salto a la modernidad”. Esto es modernizar el atraso.
Esto es, en definitiva, ni más ni menos que subdesarrollo.
En otras palabras: sabotear al tren era entonces sabotear a la “modernidad”.
En nuestro país, el tren creció con el modelo agro-exportador. Los ingleses vinieron y tendieron sus vías –que confluían desde las provincias hacia el puerto de Buenos Aires-, para llevarse nuestro trigo a ultramar. Todavía hoy, cerca de mi casa, en las vías del ex ferrocarril San Martín, hay un puente de hierro con un cartel que dice “Compañía Británica de Construcciones”.
Cuando Perón nacionalizó los trenes –que según se dice, los ingleses “se querían sacar de encima”-, se lo mostró como un acto de “soberanía nacional”.
Después llegó el emirato ladrón –de origen peronista-, y levantó las vías gracias al tristemente célebre “ramal que para, ramal que cierra”: cientos de pueblos del interior “desaparecieron” al desaparecer el tren que les había dado sentido.
Hoy, otro gobierno peronista planea la construcción de un “tren bala”. Iría de Buenos Aires a Córdoba y Rosario, a una velocidad de 300 kilómetros por hora. Su costo: 3.900 millones de dólares, un dinero que alcanzaría para arreglar el patético sistema ferroviario actual, por el que miles de usuarios viajan como ganado al matadero.
La presidenta Kirchner aseguró que la compra “llave en mano” del tren –de tecnología francesa-, será “un salto a la modernidad”.
¿Es esto avanzar hacia el desarrollo?
Un país avanza hacia el desarrollo cuando eleva el nivel de vida su población mediante un fuerte gasto en educación, salud y ciencia; cuando invierte en gasto social gracias a una recaudación aportada por un sistema tributario progresivo; cuando vincula fuertemente el sistema educativo-científico-tecnológico al aparato productivo, y genera valor agregado a su producción a través de la innovación tecnológica. Y luego de todo eso, cuando sus ingenieros y técnicos diseñan, construyen y tienden un tren bala de fabricación nacional.
Esto es un “salto a la modernidad”.
Difícilmente un país salte a la modernidad si padece un sistema tributario regresivo; o un aparato productivo que produce bienes de bajo valor agregado; o un sistema educativo-científico-tecnológico paupérrimo. Difícilmente un país salte a la modernidad comprando un tren bala diseñado por técnicos de otros países, mientras su sistema ferroviario se viene abajo.
Esto no es un “salto a la modernidad”. Esto es modernizar el atraso.
Esto es, en definitiva, ni más ni menos que subdesarrollo.