sábado, 16 de abril de 2016

Anatomía del odio

Se odia lo que se teme”. Eso leí el otro día.
Se odia lo que se teme.
O lo que no se conoce: lo desconocido también genera temor porque implica una amenaza.
Se odia lo que se teme y se teme lo que no se conoce.
Se odia lo que amenaza.
Y este país está muy lleno de odio.
Verán.
Los privilegiados de este país instilan odio, un odio muy fuerte de clase, porque temen perder sus privilegios. Odian con temor lo que les amenaza. Entonces odian a todo aquello que pueda provocar un cambio, real, posible o imaginario, da lo mismo. Entonces odian a todo lo que representa un eventual cambio. Odian a la “izquierda”, esos zurdos fanáticos.
Y con fulgor odian al “populismo”, esa cosa horrible que les da algo a los pobres.
Porque el populismo les personifica en su imaginario una amenaza de cambio, de degradación. Y entonces, los privilegiados odian.
No hay nada peor para un país que sus privilegiados se crean con derecho a tener privilegios. Porque los privilegiados temen perderlo todo. Y entonces odian. Odian con pasión, una pasión parecida a aquella que –curiosamente-, les achacan a sus eventuales enemigos, los populistas, los zurdos.
Pero lo peor es que ese odio de los privilegiados no se queda allí, quieto, contenido: gotea hacia abajo, hacia la clase media, e incluso hacia los pobres.
Porque parte de la clase media también odia. Si. También odia al populismo. Muchas personas de clase media odian al populismo porque se sienten identificados con los privilegiados. Porque quieren ser como ellos. Y entonces transfieren su odio hacia los pobres, los negros, los sucios. Los de abajo: siempre hay que tener alguien a quien menospreciar.
Y entonces odia: la clase media odia porque quiere ser como los ricos y teme ser como los pobres.