lunes, 2 de abril de 2012

Autodeterminación


Supongamos que un buen día decido tomar posesión de la Trafalgar Square, la tradicional plaza ubicada en pleno centro londinense. Mediante un ingenioso sistema de empalizadas, comandos y francotiradores especiales, expulso a la gente que pasea por el lugar y procedo a ocuparlo en pocos minutos.
Tras la sorpresa inicial, los vecinos deciden llamar a la policía, que es repelida apenas llega. A cada instante, mi posición se fortalece.
La noticia de que un grupo comando acaba de tomar la Trafalgar Square no tarda en esparcirse. Cuando llega la televisión, decido emitir un comunicado público: “Señores, hemos tomado el control de la Trafalgar Square. Somos descendientes de los antiguos habitantes de la región, que vivían aquí antes que los anglos o los sajones. Por consiguiente, el lugar nos pertenece”.
El Gobierno –incrédulo-, envía al Ejército para acabar con el delirio. Pero una vez más repelemos cualquier agresión, y hasta dejamos varios soldados británicos heridos.
La noticia ya se vuelve internacional y el mundo contempla asombrado el nuevo conflicto. El Gobierno local envía negociadores para solucionar el caso. La ONU exige el diálogo para evitar más derramamiento de sangre.
Nadie puede desalojarnos de la Trafalgar Square.
Pasan años.
Pasan 179 años.
Y seguimos allí.
Los hijos de mis hijos y sus hijos reclaman la “autodeterminación” del pueblo “libre y soberano” de Trafalgar Square.
¿Qué pensarían los ciudadanos ingleses acerca de ese reclamo? ¿Qué diría el Foreign Office sobre esta presunta autodeterminación? ¿Y qué los kelpers?

A los que cayeron.
A los que volvieron.