jueves, 17 de marzo de 2011

Crónica del maleducado argentino

Observo con estupor como en los últimos años ha aumentado en el país la cantidad y proporción de las personas a las que yo llamo “maleducado argentino”.

¿A qué me refiero?

Definamos: el maleducado argentino (en adelante, MA) es el ciudadano que transgrede los límites normales de la convivencia con los demás y afecta de manera negativa los intereses del resto de los ciudadanos. Pero no se detiene allí: al MA no le interesa en lo más mínimo si alguien le hace saber que perturba a sus congéneres.

Ese es el maleducado argentino.

Desarrollo el concepto.

Cualquiera de nosotros puede transformarse en molesto, sea por error o desconocimiento. Pero la diferencia con el MA consiste en la reacción de cada uno: una persona discreta pedirá disculpas y desistirá de su actitud en el mismo instante en que le es reprochada la conducta incorrecta.

En cambio, el MA no sólo no pide disculpas ni cambia su accionar cuando es reconvenido: cree además que tiene razón y que son los demás el problema, nunca él.

El MA considera sin tapujos que tiene derecho a molestar.

La falta de respeto permanente es su única norma.

Pongo un ejemplo.

Hace unos días, un vecino mío (un auténtico MA) decidió que quería escuchar música en la radio de su auto, vehículo que estaba estacionado en la ventana de mi casa. Pequeño detalle: eran las 3 de la mañana. Cuando levanté la cortina para decirle que bajara la música porque quería dormir, no tuvo mejor respuesta que ésta:

-¡Si está baja la música!

La música estaba “baja” para él, que quería escuchar, pero no para mí, que quería dormir. Es que el MA nunca se pone en el lugar del otro: es un estúpido egocéntrico que cree que se las sabe todas. Le molesta que le digan que molesta. Es un rebelde bobo y muchas veces, un tipo agresivo.

Es, esencialmente, un idiota sin educación cívica.

El hipotético lector dirá con razón: siempre ha habido personas molestas e imbéciles de este tipo. Es cierto. Pero hasta no hace mucho, eran casos puntuales aquí y acullá, excepciones quizá. Ahora, en cambio, son la regla: el MA está por todos lados y asume muchas formas, edades y sexos. Ya no tiene límites: en otros términos, estamos rodeados de MA.

Ahora, la excepción a la regla somos las personas discretas y respetuosas del otro.

Comprender las causas del aumento en la proporción del MA es un trabajo complejo que escapa al objetivo de este texto. Supongo que tiene que ver con tantos años de medidas económicas neoliberales que destruyeron la educación y la civilidad.

Dicho de otra manera: el país del MA es, ciertamente, el país que nos merecemos.