jueves, 19 de marzo de 2009

Consecuencias


Decían: “Por algo será”.

Pensaban: “Con los militares estamos mejor”.

Tenemos televisor nuevo.

Es a color.

Es importado.

“Déme dos”, decían.

También tenemos seguridad.

Vivimos tranquilos.

Las casas sin rejas.

“Por algo será que se llevaron a mi vecino”

Yo, argentino.

Más tarde subió la democracia,

eso de votar un domingo.

Y entonces

consintieron,

apoyaron,

votaron,

la destrucción del estado,

la desregulación financiera,

la apertura económica,

la flexibilización laboral,

el endeudamiento externo,

todo lo que los milicos habían soñado

y no habían podido concretar.

Votaron,

en definitiva,

consintieron,

tácita

o explícitamente,

mientras reían de las monigotadas

del emir ladrón.

Del lector de Sócrates

y las novelas de Borges.

“Déme dos”, volvieron a decir.

Quiero mi licuadora.

Mi nuevo televisor a color.

Poco les importaba lo que ocurría con los más pobres.

Con los pibes sin niñez,

sin educación,

sin familia,

sin proteínas que ayuden a pensar.

Sólo les importaba su autito en cuotas.

Sus ahorritos perdidos.

Encima ahora los muy turros también quieren seguridad.


miércoles, 18 de marzo de 2009

El país que nos merecemos


Estoy harto.

Estoy harto de este país.

Estoy harto de este país mediocre y su gente mediocre.

Estoy harto de este país mediocre y su gente mediocre que ahora pide la pena de muerte.

Estoy harto de este país mediocre y su gente mediocre que pide la pena de muerte ante el incremento del delito.

Estoy harto de este país mediocre y su gente mediocre que pide la pena de muerte ante el incremento del delito, circunstancia que ayudaron a crear con su voto mediocre.

“Lo peor que le pudo pasar a este país son los peruanos y los chinos”, me dice el remisero que me lleva a mi casa con un auto bien viejo y una tarifa bien cara.

“Lo peor que le pudo pasar a la Argentina son los argentinos”, pienso para mí mientras puteo al pelotudo del remisero, un ejemplar de la mediocridad nacional.

Estoy harto de este país mediocre, el país que nos merecemos.




miércoles, 11 de marzo de 2009

El pavoroso éxito del menemato








Las clases dominantes que se hicieron del poder tras el golpe de estado económico de 1989 tenían unos claros y concretos objetivos.

El principal era, ni más ni menos, que completar y/o ampliar el modelo económico iniciado por la dictadura en 1976.

Concentrar el ingreso mediante el desmantelamiento del estado era el paso número uno, mecanismo fundamental para perpetuar la estructura social del subdesarrollo. Luego, el mememato corrupto culminó el resto de los planes: la apertura económica, la desregulación financiera, la destrucción de la industria local, la precarización laboral, el endeudamiento externo.

Éxito completo.

Hoy, a diez años del fin del menemato, florecen todas las mierdas sembradas entonces: el aumento de la delincuencia, el patético y lamentable estado de la salud y la educación, la concentración del poder en nuevos y poderosos grupos económicos.

Y toda una generación subeducada y estupidizada, garantía para anular la capacidad crítica de la población y perpetuar así la injusticia que beneficia a unos pocos.

El daño que el menemato ha causado en el tejido social de nuestro país costará décadas en ser reparado, más allá de la “recuperación” de la economía en los últimos años.

No obstante, el país es hoy mucho más injusto que hace treinta años, sigue habiendo una cantidad importante de pobres e indigentes –asimilados ya como parte “natural” del paisaje urbano-, y a las escuelas se les caen los techos.

Lo lograron: las clases dominantes han mantenido incólume su poder, y hasta lo han ampliado impunemente, aún dentro de los marcos formales de la “democracia”.

El pavoroso éxito del menemato nos acompañará por mucho tiempo. Lástima que su éxito sea nuestro fracaso.






jueves, 5 de marzo de 2009

Carta abierta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner



Sobre la necesaria e inexorable reforma tributaria que debe hacerse para construir un país más justo.


Usted lo expresó con gráfica simpleza: dijo que le “hierve la sangre” cuando ve la pobreza de muchos y la riqueza de unos pocos. Cuando vio, allá en Tartagal, esos pies pequeños llenos de barro, esas casas humildes derribadas por el alud.

La sangre que hierve.

Es un sentimiento que comparto.

Usted, señora Presidenta, lo explicó muy bien en el Congreso: no hay educación o salud o seguridad si no hay un país más justo.

Esta es una verdad incuestionable.

Y usted lo repite siempre: el destino de su gobierno es construir ese país más justo que podríamos, que deberíamos ser.

¿Podríamos ser un país más justo?

Mi humilde opinión es que sí. Y para ello es menester empezar un largo camino que comienza con el primer paso: una reforma tributaria.

No es muy difícil de comprender: los países verdaderamente justos tienen un sistema tributario progresivo que se basa en impuestos a la riqueza, y en menor medida, en impuestos al consumo. De esta manera, lo recaudado se distribuye de un modo más eficaz mediante un Estado racional y social.

En la Argentina, en cambio, ocurre diametralmente lo opuesto: el principal ingreso impositivo es el IVA, que carga más sobre los que menos tienen. En tanto que los impuestos a la renta significan un ingreso relativamente menor a las arcas del estado.

Simplificando: en los países justos, los impuestos vuelven al pueblo en forma de educación y salud. En los países injustos, los impuestos vuelven al pueblo en forma de gases lacrimógenos y cárceles.

Esto debe cambiar ya.

Dicho de otro modo: la condición necesaria e indispensable para avanzar hacia un país más justo es hacer una reforma tributaria.

SIN REFORMA TRIBUTARIA NO HAY PAÍS MÁS JUSTO.

Por eso, señora Presidenta, le solicito se envíe al parlamento un proyecto de ley de reforma tributaria que altere de raíz la base de la recaudación impositiva de la Nación.

Es perfectamente posible de realizar.

Sería, claro, una medida que afectaría el bolsillo de los que más tienen. Ese será un costo que se deberá pagar para conseguir ese país más justo con el que soñamos usted y yo.