jueves, 12 de febrero de 2009

Darwin



























Foto: Fuente Wikipedia

jueves, 5 de febrero de 2009

Los precios, esos dioses inextricables


“Los precios son inflexibles a la baja”, suelen decir los economistas cuando pretenden explicar por qué los precios suben ante cualquier causa, pero nunca jamás bajan cuando esa misma causa desaparece o se revierte.

Así, si aumenta el petróleo, aumentan los combustibles. Lógico. Si aumenta el dólar, aumentan los precios atados a esa moneda. Elemental.

Ahora cuando el petróleo baja, misteriosamente, los combustibles no bajan. El dólar se derrumba, pero los precios, contrariamente, suben sin cesar.

Parece un comportamiento irracional.

Pero no lo es.

En la Argentina, este extraño fenómeno suele ser demasiado habitual. Si no es el dólar la excusa para el aumento de los precios, es la lluvia. Si no es el clima de Madagascar, es un terremoto en Tasmania.

Sea como fuere, en la Argentina los precios siempre suben. Encontrar episodios en los que los precios bajen es como hallar una pepita de oro en el Riachuelo.

Una de las ficciones más habituales de la teoría económica neoliberal es hacernos creer que los precios obedecen a leyes “naturales” (las muy recordadas “oferta y demanda”), leyes inexorables que no pueden torcerse por el destino humano. Los precios son, así, seres caprichosos que hacen lo que les viene en gana y suben por sus propios medios cuando se encolerizan.

Son dioses inextricables.

Pero si miramos mejor el funcionamiento de la economía, comprenderemos que los precios no son otra cosa que la resultante de una estructura de poder: los precios no son caprichos sino que obedecen al arbitrio de unos pocos pero poderosos jugadores del mercado (los menos recordados “formadores de precios”)

En otros términos: en condiciones normales del mercado, cuando un precio aumenta, alguien gana. O, en el mejor de los casos, alguien traslada sus pérdidas al resto de la sociedad.

En un artículo periodístico (Clarín, 5-2-2009) se demuestra cómo los precios de un mismo medicamento varían de modo asombroso si se vende en Argentina o en Francia o España. En nuestro país –que todavía padece los efectos de la desregulación del emirato corrupto-, los márgenes de ganancia son tan altos, que el precio de un mismo remedio puede estar diez veces más caro.

Nadie obliga a revisar la estructura de costos de los “formadores de precios”. Si esto se hiciese, los precios deberían derrumbarse.

Pero eso nunca pasa.




domingo, 1 de febrero de 2009

Los consumidores, esos pelotudos que financian todo


En lo que va del año, el Gobierno ha autorizado diversos aumentos tarifarios, como en el caso de los peajes y el transporte público.

Según el ministro De Vido, el incremento en el costo de los accesos a la Capital servirá para financiar las obras de ensanche de la avenida General Paz.

Qué bien.

En otros términos: serán los usuarios –una vez más-, los que pongan la plata, los financistas capitalistas.

Y uno se pregunta: ¿cuándo pondrán la plata los empresarios? ¿No sería más lógico que las empresas financiaran sus obras, y luego -cuando estas ya estén concluidas-, aumentar las tarifas? ¿Por qué los usuarios tienen que pagar a cuenta y riesgo de las empresas?

Es el famoso capitalismo made in Argentina: las inversiones se socializan, las ganancias se privatizan.

Así cualquiera es “empresario”.

En el transporte público ocurre otro tanto. Sucede que el Gobierno eliminó los subsidios que beneficiaban a las empresas. De ese modo, se abrió el camino al aumento de las tarifas.

Dicho de otro modo: lo que antes los consumidores lo pagaban vía-Estado (porque, quiero aclararles, que la plata del Estado es de los consumidores, váyanlo sabiendo), digo, lo que antes los consumidores lo pagaban vía-Estado, ahora lo pagan directamente de su bolsillo.

Y sigo con las preguntas.

¿Por qué los consumidores tenemos que subsidiar a las empresas privadas de transporte público, cuando en su mayoría brindan un servicio patético? ¿Por qué los consumidores tenemos que enjugar las pérdidas de las empresas para que éstas, en un hipotético futuro, puedan brindar un servicio digno?

Socializar las pérdidas, privatizar las ganancias.

Lo de siempre.

Total, lo pagamos los consumidores, esos pelotudos que financiamos todo.