jueves, 24 de enero de 2008

Bertolt Brecht siempre tiene razón



Bertolt Brecht decía que hay muchas formas de matar. Disparando un arma o arrojando una bomba son algunas de ellas, las más evidentes. Pero hay otras maneras, más sutiles. Dejar a millones de personas sin asistencia sanitaria o sin sistema de cloacas, por caso, puede ser una forma diferida de matar.
Es que no siempre pueden verse las relaciones causales que ligan los sucesos. El hecho de que una cosa tenga que ver con otra, como si hilos invisibles las conectaran.
Los argentinos tenemos esta grave falencia: no captamos la conexión entre los hechos. Para los argentinos, las cosas ocurren por generación espontánea y no tienen relación con sucesos o decisiones propias anteriores.
Las cosas pasan, sin más.
Y entonces, soslayamos que -muchas veces-, nosotros mismos hemos sembrado vientos para luego cosechar tempestades.
Claro, cuando las tempestades aparecen nos causan estupor y asombro.
¿Qué hemos hecho para merecer este castigo?, decimos incrédulos.
Porque pareciera que muchos argentinos siguen sin comprender que, por ejemplo, introducir una papeleta de un determinado candidato en una urna puede provocar, con el tiempo, una línea de acontecimientos que desemboque en una catástrofe.
Pareciera que no se entiende que el haber consentido una determinada política económica mediante el voto pueda causar una serie de efectos nefastos en los mismos votantes.
Es muy simple: el haber metido en una cajita de cartón un papelito con el nombre de un fulano (fulano que dijo haber leído a Sócrates) provocó que millones de personas se quedasen sin trabajo; que se desguazara en sistema ferroviario; o que aumentase el nivel de la criminalidad.
Si, meter un papelito con un determinado nombre en una urna puede hacer que se incremente el delito y la llamada inseguridad.
Meter un papelito en una urna puede matar, amigos.
Piénsenlo la próxima vez que voten.
Bertolt Brecht siempre tiene razón.


jueves, 17 de enero de 2008

Yo no pido permiso para protestar



Ahora resulta que hay que pedir permiso para protestar. Esto es, al menos, lo que propone la Justicia porteña.
Permiso para protestar. Todo un contrasentido: porque para protestar no hace falta pedir permiso, queridos amigos.
En este caso, se trata de un proyecto que obliga a los eventuales manifestantes a “avisar” sobre su protesta, no vaya a ser que moleste el buen gusto y los intereses de la gente decente. Al parecer, muchos porteños están de acuerdo con la medida, que recibió el beneplácito del nuevo Jefe de Gobierno de la Ciudad, como era de esperar.
Uno se pregunta si muchos de esos porteños hubieran estado de acuerdo con este proyecto, allá por los aciagos días de 2001/2002, cuando todo era caos, piquete y cacerola.
Seguramente que no.
En ese entonces no había que pedir permiso para protestar. Los medios de comunicación hablaban de el pueblo que se levantó contra la injusticia, o bien, de la gente que tomó las calles, harta de que le metan la mano en el bolsillo, y otras grandilocuencias para el caso.
Claro, cuando a muchos porteños les meten la mano en el bolsillo vale protestar. Pero ahora que muchos recobraron buena parte de sus ahorritos pedorros y ahora pueden comprarse su querido plasma, ahora no vale protestar.
Para muchos argentinos, sólo vale protestar cuando se afectan sus intereses. Para muchos porteños, el único derecho que admite cualquier clase de protesta es el suyo y sólo el suyo.
Como si en la ciudad –y el resto del país- no hubiese pobres, pibes sin empleo ni futuro, esto es, gente con todo el absoluto derecho de protestar.
Claro, ahora que protestan estos negros de mierda, ahora no vale hacer piquete.
Es curioso. Yo mismo hice un piquete hace unos días, cuando a muchos vecinos nos dejaron sin luz ni agua. Entonces salimos a las calles y las cortamos. ¡Hasta vino la televisión!
Aquellos vecinos que tenían luz, claro, no se plegaron al piquete. Como era de esperar en estos garcas de mierda que somos, al fin y al cabo, los argentinos.

viernes, 11 de enero de 2008

¡Gracias, Edesur!



Escribo esto gracias a que la empresa Edesur me ha proporcionado la energía necesaria para que mi computadora funcione correctamente.

¡Gracias, Edesur!

Improviso.

Me hago algunas preguntas. Por caso, ¿cómo es posible que Edesur mantenga su concesión, luego de los grandes cortes de luz de 1999 y los recientes? En cualquier país normal del mundo, esta empresa ya no existiría, y sus gerentes estarían, quizá, presos o procesados.

Pero acá no.

En el país de los vivos, no.

El Gobierno asegura que los desperfectos son producto del aumento de la demanda, consecuencia del "crecimiento económico" de los últimos años. "Somos víctimas de nuestro propio éxito", espetó el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en otra de sus frases de antología.

(Y me pregunto, ¿no estaremos en una nueva versión de la "plata dulce", y no caemos en la cuenta de que vamos derecho hacia una nueva catástrofe? Digo, me pregunto.)

No obstante, algunos técnicos aseguran que los problemas con la electricidad son causa de la falta de inversión de los últimos años: las empresas no invirtieron como es debido en las instalaciones ni en la infraestructura del sistema. (Ahora, para girar al exterior sus ganancias, eso lo hicieron con presteza y eficiencia admirables, en particular durante el nefasto emirato ladrón)

En otros términos: los cortes no son otra cosa que consecuencias remotas del país que los argentinos decidieron votar en un determinado momento.

Se equivocaron.

Se equivocan.

Las cosas no ocurren porque sí.

Me cago en los argentinos.

Improviso.

Digo.

Con todo respeto.



viernes, 4 de enero de 2008

Esas típicas frases argentinas


Surgen cada vez que ocurre una desgracia. O cuando tenemos que afrontar algo importante.

Se nos van a la boca, como un reflejo condicionado. Y ahí las largamos: son las típicas frases argentinas.

Esas que repetimos como un mantra para que nada cambie. He aquí algunas de ellas.

¡ESTO SE TIENE QUE ACABAR...!

Ante un hecho terrible suele decirse con indignación: "¡Esto se tiene que acabar...!", o bien "Esto le hace mucho daño al fútbol...", y similares. Y se remata con una frase tan estúpida como inútil: "Algo hay que hacer..." Desde luego, nada se hace y todo queda tal cual estaba. Y el hecho terrible de marras vuelve a suceder. Una y otra vez.

¡CON LA TIERRA RICA QUE TENEMOS...!

Cuando vemos que la pobreza y la marginalidad avanzan; cuando vemos esos pobres linyeras oscuros que piden una limosna en la calle Florida, afeando el paisaje a los ojos de los turistas, nunca falta el que exclama, en un suspiro: "¡Con la tierra rica que tenemos...!" Y luego se despacha con el asunto del "granero del mundo" y lo bien que podríamos estar si aprovecháramos todas nuestras riquezas naturales...

QUÉ VA’CER...

Con el hecho trágico consumado, cuando todo es dolor, aparece el despreciable y estúpido “Qué va’cer...”, colmo de la resignación argentina. Y luego, inevitablemente, le sigue el remate: “Y... Dios proveerá...” O la Virgen Desatanudos...

¡MAÑANA MISMO SE LO DIGO...!

Cuando las esposas presionan a sus maridos para que pidan un aumento a sus jefes, los maridos invariablemente contestan: "¡Mañana mismo se lo digo...!" y obvio, nunca piden el deseado aumento. Esta frase es muy similar a aquella de "El lunes empiezo..." y otras equiparables que sólo dilatan una situación. "Investigaremos hasta las últimas consecuencias..." es otro clásico versión gobierno.

¡A MI NUNCA ME VA A PASAR...!

Esta frase es más bien un pensamiento prototípico del argentino: "A mí nunca me va a pasar...". O el inefable “¡No pasa naaadaaa...!” Claro: luego, lo que no debe pasar pasa, y el argentino se lamenta, como buenos llorones que somos.

¡HACETE CARGO...!

Si de deslindar responsabilidades se trata, el argentino es mandado a hacer. "Hacete cargo...", o bien "A mi no me metás..." o "Arreglátelas, viejo..." son las típicas frases de desentendimiento nacional. Todas, herederas del clásico “Yo, argentino”. O del tristemente célebre “No te metás...”

YO NO LO VOTÉ...

Los gobiernos, en la Argentina, surgen por generación espontánea. Es un misterio que la ciencia no ha podido develar hasta el momento. Porque acá nadie vota a los candidatos que ganan y que luego hacen un desaguisado monumental con el país...

¡QUÉ VERGÜENZA!

O bien, su hermana "¡Esto es una vergüenza...! y bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla..." Y todo queda igual.

¿QUIÉN SE VA A DAR CUENTA?

Cuando hay que animar al compañero para que haga algo indebido, aparece el inveterado “¿Quién se va a dar cuenta...?”. Total, si pasa pasa. Nos pinchamos del cable del vecino, cruzamos por cualquier lado, tiramos la mierda en cualquier lugar... total, ¿quién se va a dar cuenta...?

¿COMO PODEMOS ARREGLARLO...?

La frase clave de la corrupción, del atajo, de la salida fácil: “¿Cómo podemos arreglarlo...? Está en todos los ámbitos: en el tránsito, en la función pública, en la privada... Tiene tantas variantes, que me dio nausea sólo con pensarlo. Ya no tengo más ganas de escribir.