jueves, 20 de diciembre de 2007

El pelotudo mes de diciembre


Cuando llega el mes de diciembre, mi ánimo se empieza a turbar pronto. Es que como pocos, este mes deja al desnudo toda la pelotudez del llamado ser argentino. Digo pelotudez porque es esta la palabra que corresponde idiomáticamente al caso.

Digámoslo sin rodeos ni eufemismos: odio a este país en diciembre.

Odio esa sensación de que todo empieza a ir deprisa por culpa de las benditas Fiestas, y que por consiguiente, vale todo.

Odio a las Fiestas.

Al apuro de las compras en los shoppings.

A los que creen que entonces se puede ir de contramano o estacionar el auto en cualquier lado o hacer lo que le dá la real y grandísima gana.

Pareciera que, de pronto, la habitual falta de respeto por el otro se vuelve permanente, constante, insoportable, a donde uno vaya.

Odio, por caso, a la pirotecnia de fin de año.

Detesto a los pendejos que me tiran cuetes todo el día, a cualquier hora y en la ventana de mi casa.

A los grandotes pelotudos que también tiran cuetes como si fueran pendejos pelotudos.

A los que fabrican y a los que venden cuetes.

Al sufrimiento que les producen los cuetes a los perros.

A las notas de TV desde el hospital, que muestran a los pelotudos que se quemaron el culo o los ojos por tirar cuetes.

Me exasperan los cuetes.

Los embotellamientos.

Los shoppings.

El absurdo dogma de la Inmaculada Concepción.

La mentira del nacimiento de Jesús un 25 de diciembre.

El arbolito de Navidad.

La hipocresía de los falsos saludos de las Fiestas.

Me rebelan Papá Noel y todos sus renos, que vienen vestidos para invernar en el Polo, cuando acá padecemos 42 grados a la sombra.

Me repugna el día después de las Fiestas, ese silencio misterioso, ese olor a pólvora, a borracho y a basura recalentada por el calor.

Odio a este país en diciembre.

Odio a la Navidad.

Y por sobre todas las cosas, odio al vitel toné.




jueves, 13 de diciembre de 2007

¿Es esto la democracia?


Leo: el Congreso se reunió con una misteriosa rapidez y sancionó una ley que pretendía el Gobierno. Qué bien. A veces, en una sola y larga sesión, nuestro Parlamento puede aprobar una infinidad de normas, claro, que el Ejecutivo le pide. Es importante destacar, no obstante, que el resto del año, muchos diputados y senadores brillan por su ausencia en el recinto.

¿Es esto la democracia?

Ajá.

Me dicen que este sistema se denomina “democracia representativa”: el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes, me argumentan con la Constitución en la mano.

A mí me suena más a un punterismo parlamentario que hace lo que le dicta el Gobierno de turno. De “representar” al pueblo, bien gracias.

(No me olvido, verbigracia, el caso de aquel congresista al que se le mandó un avión para que pueda, con su manito alzada, sancionar una ley con premura)

¿Democracia?

Leo: se conocieron los personajes que financiaron la última campaña electoral para Jefe de Gobierno porteño. Alguno de ellos recibió incluso un cargo (y a nadie se la ha movido un pelo por esto) Otros, vaya uno a saber qué clase de “compensación” obtendrán por su aporte a la causa. Según Poder Ciudadano, la brecha entre el candidato que más recibió y el candidato que menos recibió en campaña alcanzó las ciento cincuenta (150) veces. ¡Ciento cincuenta!

¿Es esto la democracia?

Ajá.

Me dicen que la financiación de las campañas está regulada, y que –en definitiva-, en muchos países también funciona así.

A mí me suena más al gobierno de los que más tienen, al gobierno de Don Dinero: billetera compra votos.

¿Es esto la democracia?






domingo, 2 de diciembre de 2007

Antipapa


Dios no existe.

El Infierno no existe.

El Purgatorio, tampoco.

Las religiones han sido claramente la principal causa de masacres y tragedias a lo largo de la historia.

Jesús era comunista.

Y encima, Marx tenía razón.