jueves, 30 de agosto de 2007

Cualquiera es un ladrón


Pareciera que la condición fundamental para acceder a los medios –y por ende, a cierta forma del éxito-, es NO TENER TALENTO. Es curioso. Da la impresión de que más importante es tener cierta desenvoltura y cierta desfachatez que poseer alguna cuota de rigurosidad o intelecto.

Personajes ignotos –cuyo mérito artístico es igual a cero-, copan las tapas de las revistas y monopolizan las conversaciones del ciudadano común.

Con asombro, uno observa cómo mujerzuelas de cuarta o mundanos imbéciles publican libros o editan discos, mientras que autores o intérpretes dignos de publicación, nunca alcanzan ese logro en toda su vida artística.

Cualquiera hace cualquier cosa, ha de ser el lema de nuestros días, y todo parece válido en pos de ese objetivo.

Cualquiera hace cualquier cosa.

Cualquiera es un ladrón.

Y lo peor de todo es que todos esos libros o discos son adquiridos por millones, cerrando el círculo de la mediocridad que nos aqueja.

Uno ve perplejo esos “cantantes” -cuyo oído medio ha de estar compuesto por un toscano apagado-, que “cantan” y venden discos. Para cantar pareciera que es menester SER HIJO DE ALGUIEN, o simplemente, desafinar bien. Algunos de estos "cantantes" son tan desafinados que cuando se desmayan -en vez de volver en Si-, vuelven en LA SOSTENIDO.






jueves, 23 de agosto de 2007

Incomprendido


Hace algunos años, un millonario japonés pagó mas de 80 millones de dólares por "Retrato del doctor Gachet", un cuadro pintado por Vincent van Gogh en 1890. Se sabe, sin embargo, que Van Gogh NO VENDIO UN SOLO PUTO CUADRO EN SU PERRA VIDA, excepto uno que le compró su hermano Theo. Se sabe, también, que Vincent llegó incluso hasta extremos de miseria y enfermedad para poder continuar con su obra artística. Que llegó a la locura -pasó una temporada en un hospicio-, y que, finalmente, cometió suicidio. ¡Y ni eso le salió bien! Murió a los pocos días de haberse pegado un tiro.

En otros términos: A Van Gogh, ni el tiro del final le fue a salir.

Años después, su genio incomprendido fue descubierto casi por azar: un señor tenía arrumbados muchos de sus cuadros en un sótano, y un buen día, decidió sacarlos de allí. Las obras, de pronto, comenzaron a valorizarse hasta llegar a ser hoy las más caras y requeridas del mundo. ¿A qué viene, entonces, todo este introito?
A que la vida de Van Gogh -una vida de fracaso en fracaso-, es tomada a menudo como modelo del ARTISTA INCOMPRENDIDO, DEL GENIO DESPRECIADO POR SUS CONTEMPORANEOS, envidiosos de su talento. O simples ignorantes. De este modo, muchos artistas -no sólo pintores-, piensan que, como le sucedió a Vincent, su genialidad no es del todo comprendida. "Así -dicen estos autores-, mi obra será valorizada sólo después de mi muerte y nunca hoy: sólo la posteridad hará la justicia que me merezco..."

Por eso, señores, ignoren hoy mis obras. Arrúmbenlas en un sótano gris y oscuro. Tal vez sus hijos se vuelvan millonarios con mi genialidad incomprendida.
De nada.

viernes, 17 de agosto de 2007

San Martín (o esa estúpida costumbre argentina del miniturismo)


Ignoro si San Martín hubiese visto con aprecio que el día de su muerte se convirtiese con el tiempo en un feriado. Es de suponer que le hubiese parecido un reconocimiento inmerecido, conociendo su altiva modestia, su inveterada abnegación espartana.

-¡Nada de feriados! ¡Hay que trabajar! –acaso hubiera dicho o pensado.

Ahora bien. ¿Qué hubiera pensado San Martín -ese soldado ilustrado, ese héroe muy a su pesar-, si hubiese sabido que su feriado –que cae este año un viernes-, se corrió para el lunes para que la clase media alta haga miniturismo?

Tal vez pensara que hacía indirectamente un bien a la economía del país.

-Si es en beneficio de la Patria, que sea un lunes... –quizá hubiera dicho.

Mmmm... Me quedan mis dudas. Ustedes qué piensan?




miércoles, 15 de agosto de 2007

¿Por qué a las escuelas se les caen los techos?


Un día nos desayunamos con que a las escuelas se les caen los techos. O que no tienen gas. O que no están en condiciones de albergar a sus alumnos. Y uno se pregunta por qué, como los chicos cuando no entienden algo (los chicos, digo, tienen esa sana costumbre, la de preguntar por qué)

¿Por qué a las escuelas se les caen los techos? La respuesta no parece muy difícil, amigos: porque el estado responsable de esas escuelas –sea el estado nacional, el provincial o el municipal-, no invirtió el suficiente dinero para que a esas escuelas no se les caigan los techos. ¿Verdad que no es muy difícil de entenderlo? Y esta “desinversión” ocurre desde hace cinco, diez, quince, treinta años. Acaso más. De modo que no veo la sorpresa ante esta lamentable situación.

Pero sigo preguntando por qué, como hacen los chicos cuando no entienden algo. ¿Por qué el estado no invirtió en las infraestructuras de las escuelas?

Bien, aquí tenemos varias posibilidades. La primera es muy elemental: porque quienes manejaron el estado durante muchos años, aseguraban que el estado no debía gastar, que debía “achicarse el gasto público” para que el país finalmente alcanzase la prosperidad. Entonces, estos señores no destinaron dinero a la infraestructura de las escuelas, porque de eso se ocuparía el mercado, o Dios, la Virgen Desatanudos.

Y entonces, a las escuelas, finalmente, se les cayeron los techos.

Otra respuesta posible a la pregunta de por qué el estado no invirtió en los techos de las escuelas es porque, precisamente, el estado carece de ese dinero.

Ahora bien: si esto es cierto, ¿qué pasó con el dinero que el estado debería haber gastado en los techos de las escuelas? ¿Por qué no está donde debería estar ese dichoso dinero?

Es una pregunta clave: si ese dinero no está donde debiera estar es porque fue destinado a otro fin o porque nunca ingresó a las arcas del estado.

Que el estado destina dinero a otros fines, eso es más que obvio, como lo hemos visto recientemente con el pago de casi 10 mil millones de dólares al FMI. (A propósito: ¿usted pagaría una deuda cuyo origen es cuanto menos dudoso?)

Otros dinerillos del estado, claro, vuelan a manos anónimas, en la llamada corrupción. La corrupción es como las cucarachas: por cada una que vemos, hay ochenta que no vemos.

Entonces, ya tenemos el panorama un poco más claro: el dinero que corresponde a los techos de las escuelas se pierde en gastos inútiles o en la corrupción. Pero hay una cosa más: parte de ese dinero no se recauda. ¿Cómo? ¿Por qué no se recauda?

La respuesta es vital: porque el sistema tributario argentino está sostenido por impuestos al consumo y no por impuestos a la renta. Los impuestos al consumo los pagamos todos por igual, ricos y pobres. Los impuestos a la renta son pagados por los que tienen más.

En los países llamados desarrollados (vg., los países nórdicos), los ricos pagan altísimos impuestos a la renta. En esas naciones, el sistema tributario está basado en impuestos a los ricos, y en menor medida, en impuestos al consumo.

Exactamente al revés que nosotros.

En otros términos: en los países desarrollados, los ricos no pagan altos impuestos porque viven en países desarrollados. Esos países son desarrollados porque los ricos pagan altos impuestos. En esos países, a las escuelas no se les caen los techos porque el estado recauda el dinero de los ricos y los destina a los techos de las escuelas.

Ups, ¿vieron que no era tan difícil de entender?

Finalmente, llegamos a la respuesta de nuestro primer porqué: en nuestro país, a las escuelas se les caen los techos porque los ricos no pagan impuestos.

A las escuelas se les caen los techos –y podríamos extender el caso a los insumos de los hospitales, a los baches de las calles, a la atención de los ancianos y un largo pero larguísimo etcétera-, digo, a las escuelas se les caen los techos porque el estado no recauda como debe y no gasta como debe. No recauda porque los ricos –que son cada vez más ricos- no pagan sus impuestos como debieran. Y lo que el estado recauda –mal-, lo gasta mal.

Esta es la razón, finalmente, por la que a las escuelas se les caen los techos.

Buenas tardes.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Catarsis


Los griegos tenían al teatro. Yo tengo a mi blog. Digo, por aquello de la catarsis.

Y les grito, a los siguientes seres:

A todos los que votaron a la Rata de Anillaco, hasta tres veces.

A todos los que se compraban la licuadora en cuotas.

A todos los que, no contentos con haber votado a la Rata de Anillaco, votaron después a Macri.

A todos los que no pueden estar sin su puto celular.

A todos los que hablan por celular mientras manejan.

A todos los peronistas, los radicales y demás mierdas políticas.

A todos los que hacen la TV basura.

A todos los que ven TV basura.

A todos los que se pasan hablando de la TV basura.

A todos los acomodados, mediocres y perros que ocupan un lugar que no merecen.

A todos los cantantes desafinados.

A todos los fachos que dicen que con los militares no había crimen.

A todos los sindicalistas que traicionaron a los trabajadores.

A todos los de la Rural, que son los que más ganan y más tienen, y encima lloran.

A todos los del Gobierno que se la pasan retocando el índice de precios.

A todos los que arreglan todo con un diego.

A todos los que meten la mano en la lata del Estado, y de ese modo, les quitan el dinero a las escuelas, los hospitales y los viejos.

A todos los hijos de puta que hay en este país, que son muchos.

A todos les digo (y voy a seguir aumentando esta lista)

¡¡¡VÁYANSE TODOS A LA CONCHA DE SU MADRE!!!






miércoles, 1 de agosto de 2007

Radiografía del argentino garca


Si algo caracteriza al ethos del argentino garca es su inveterada habilidad para deslindar responsabilidades, para deshacerse de los errores.

“¿Yo que tengo que ver?”.

El argentino garca nunca tiene la culpa de nada de lo malo que ocurre en el país: la culpa siempre la tiene el otro, el vecino, los políticos, el Fondo Monetario Internacional o el clima.

Es que el argentino garca es incapaz de relacionar sucesos aparentemente inconexos, pero fuertemente vinculados. El argentino garca no comprende que el hecho de haber votado a determinado candidato haya provocado, por caso, que a las escuelas se les caigan los techos o que los hospitales carezcan de insumos o que los pibes chorros le afanen el auto.

“¿Y qué carajo tiene que ver una cosa con la otra?”, dice el muy pelotudo.

El argentino garca siempre ve la foto, nunca la película. Para él, con Menem estábamos mejor porque podíamos viajar a Miami. No comprende que hoy estamos así de mal porque entonces creíamos estar bien.

“Con los milicos no había robos”, exclama el imbécil.

El argentino garca siempre cree que a él nunca le va a pasar nada malo de lo que ocurre en el país. Hasta que, claro, le pasa. Entonces el argentino garca es el primero en protestar airadamente.

“¡Qué barbaridad, esto se tiene que acabar!”

Para el argentino garca, cualquier recurso de protesta es válido cuando se trata de defender sus mancillados derechos. Entonces, por ejemplo, es lícito cortar las calles si los bancos se han quedado con mi dinero.

Ahora claro, cuando son los otros los que me cortan la calle, el reclamo ya no es válido. Para el argentino garca, el único reclamo que admite cualquier recurso de protesta es el suyo, y sólo el suyo.

Sucede que al argentino garca le importa un carajo lo que le ocurra al vecino o a los demás. Poco le interesan la crisis energética, las inundaciones o el crimen, SIEMPRE Y CUANDO NO LO AFECTEN A ÉL.

Pero el argentino garca no entiende –porque es esencialmente un pelotudo egoísta-, que él mismo contribuye silenciosamente con esas catástrofes.

El argentino garca tira la latita de gaseosa por la ventanilla de su autito. No le importa una mierda dónde cae la consabida latita. Pero cuando las miles de latitas –arrojadas por otros miles de pelotudos como él-, tapan los sumideros, y las lluvias causan luego una inundación, el argentino garca exclama: “¡Qué barbaridad!”

“¡Alguien tiene que hacer algo!”

En cuanto se instaura una norma, el argentino garca ya está allí presto para violarla.

“Cocodrilo que se duerme es cartera”.

El argentino garca maneja su autito mientras, con la otra mano, habla por celular alegremente, aunque esto esté expresamente prohibido. Al argentino garca le importan tres carajos la ley y las normas. Según una encuesta, 9 de cada 10 boludos al volante creen que manejan bien, y que –obvio-, son los demás los que conducen como el culo. ¿Quiénes son –entonces-, los que provocan 20 muertes al día en accidentes de tránsito?

“¡Este Gobierno de mierda!”

El argentino garca suele echarle la culpa de todo a las autoridades de turno (tengan o no la culpa) como si los gobernantes fueran marcianos caídos del espacio. Es que el argentino garca no reconoce que esos gobiernos son una consecuencia de su propio voto: el argentino garca produce gobiernos garcas. Y como el perro que persigue su propia cola, los gobiernos garcas terminan garcandonos a todos, incluidos los pelotudos que los encumbraron en el poder.

Buenas tardes.